jueves, 18 de abril de 2013

HISTORIA DE BALNEARIOS

Estaba clareando el día y me dirigía con paso firme, pero pausado, a la zona de baños y lodos del segundo sótano de un balneario centenario. Dicen los viejos del lugar, que ya lo usaban los árabes e, incluso, los romanos y que las propiedades de las aguas termales las disfrutaron reyes y emperadores. Cuenta la leyenda que los peregrinos viajaban desde cualquier parte del mundo para disfrutar de las termas ya que, no solo eran curativas en multitud de enfermedades, sino que además tenían fama de ser las aguas de la “eterna juventud y sabiduría”. Al cabo de los días de estar aquí, todos los viajeros, tanto los viejos como los jóvenes, se transformaban. De tal manera que los que eran más jóvenes se volvían más sabios y los más viejos más guapos, más jóvenes y más inteligentes, pero lo verdaderamente extraordinario, era el gran prodigio del milagro del entendimiento. Nadie sabía explicarlo pero las lenguas se unificaban y la comunicación era una sola. Todo el mundo se entendía usando un dialecto desconocido para todos, pero comprensible para muchos que, eran los afortunados, aquellos que descubrían el gran poder y el secreto al sumergirse en las aguas milenarias muy azufradas y calientes. Quienes eran capaces de resistir su acometida podían disfrutar del placer de la razón y el discernimiento. El clima era de hermandad y de intercambio de conocimiento entre unas culturas y otras. Las termas y sus aguas obraban el milagro de la confraternidad, la concordia y la paz. Algunos llegaban a decir que este balneario era el paraíso.

Sin embargo, estas cualidades han ido desapareciendo con el tiempo. Hay quien afirma que es debido a la mala acción de los políticos, que no han dudado en inundar las diferentes termas para hacer pantanos o para grandes urbanizaciones con campos de golf. Para estos gestores de lo público los balnearios solo era cosa de viejos, jubilados del IMSERSO, que no suponen más que una carga y gastos para el erario público. No cabe duda que debían de reciclar a los políticos en cultura general o bien colocarlos en las calderas del infierno.

En estos devaneos mentales me entretenía cuando me inundaban de lodo todo el cuerpo. Es cierto que los clientes de los balnearios somos personas de cierta edad, yo, en mi caso, desde hace algunos años los frecuento para tratar mi osteoartritis, un regalo de mi viejo sistema inmunológico y que lo procuro paliar con barro y agua y no con productos químicos cuyas industrias lo que pretenden es hacerle un favor a la seguridad social liquidándome.

El olor que desprendían las termas desde el fondo de la caldera era muy  intenso, parecía que, poco a poco, me adentraba en el infierno, sin embargo, el calor era reconfortante y la emanación que inundaba todas las salas tenía una fragancia a azufre que me cautivaba. Si el infierno era así, no me importaría apuntarme para el resto de la eternidad, al menos los dolores no estarían presentes.

De pronto, escuché en las cabinas contiguas a la mía, que otros vecinos estaban contando sus dolencias para comprobar quienes las tenían “más grande”. Era deprimente, no había otros motivos de conversación, no se hablaba de futbol, de mujeres, de comida, es decir de todo lo que hace feliz a la gente, tampoco de filosofía, ni de ética,  ni propedéutica. Desde el fondo del túnel subterráneo, parecía que una voz ahogada pedía ayuda. ¡Por favor, sáquenme de aquí! ¡Por favor, sáquenme de aquí! Alguien le preguntó: ¿Quién es usted? ¿Qué le pasa? Que estoy atascado y no puedo salir. Pero, hombre de dios, ¿Qué le pasa? Estoy aquí desde ayer, me dejaron y se olvidaron de mí. Pero, ¡levántese y ande! Es que no puedo, como me cubrieron con barro, este se secó y estoy pegado a la camilla. ¡Coño! Los sicarios de la Cospe, ya lo decía yo, ¡Ya están actuando!, estos dijeron que no iban a bajar las pensiones y vaya que lo van a cumplir, no lo necesitan, nos están eliminando. Hay que ver urgentemente lo que hay en lo más hondo del túnel, seguro que hay más de un autobús del Imserso, los están transformando en hombres de paja y barro. Sí, además según me han dicho aquí hay túneles de más de 100 kms. de longitud. ¡Coño! Ahí cogen unos cuantos autobuses, incluyendo al bus y a los chóferes.

¡Qué pena! Lo que fueron estos balnearios, centros del saber y de la liturgia de la concordia y de la vida. ¿Cómo acabaremos? Estos apóstoles de las “buenas” costumbres de la fe y el dogma, nos han sentenciado sin juicio previo, nos quieren arrojar a las profundidades del infierno y quizás, nos introduzcan en el fondo de un pantano donde nadie nos encontrará nunca jamás. Pero lo que ellos no saben es que estoy escribiendo esta historia para que, vosotros, los futuros, los jóvenes, los ancianos, estéis todos preparados, somos muchos y todos juntos podemos, Yes,  we can.  

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