jueves, 21 de febrero de 2013

Una cápsula espacial de 21 milímetros, “Goodnight, sweetheart”


A mi Alicia, el Nautilus

Mi agradecimiento a Donald Walters

 

¿Quién podría calmar este desasosiego que no me deja descansar?
¿Por qué tengo estas pesadillas que no me dejan dormir?
¿Hasta cuándo duraran? En realidad ¿Existe alguna solución?

 Parece que no hay esperanza, siempre me despierto con la misma canción. Cada día aparece  algo nuevo que me perturba cada vez más y, aunque no quiera, me voy sumergiendo poco a poco dentro de una gran pocilga llena de un lodazal repugnante.

 La situación política, social, económica, moral y un largo etcétera es, sencillamente, insoportable. La entrada en el siglo XXI está llena de malos presagios para el bienestar, presente y futuro, de la gran mayoría de la gente. Cada año que pasa aparecen más elementos para la desesperación y con este tercer lustro, en 2013, el desmoronamiento personal y social está en sus horas más atronadoras. La gran mayoría de los ciudadanos estamos afligidos, desesperados, sin fe en la política y en los políticos, agobiados, desmoralizados, sin ningún futuro. Y todas estas desgracias no vienen solas, siempre afecta a los más necesitados, menesterosos y pordioseros de un sistema que, desde la historia de los tiempos, ataca al mismo sector de la población. Despertamos cada mañana con noticias tan desgarradoras que el café sabe a cicuta, nauseabundo, desagradable y el estómago se encoge hasta arrebatarte las ganas de seguir en esta lucha. Sin embargo, me resisto a pensar  ¡Qué pare este maldito autobús que yo me bajo en la próxima! Esta misma mañana una mujer joven de 47 años, se ha quemado a lo bonzo en una sucursal bancaria de Castellón, ¿Cuántos ciudadanos tienen que morir más por los desahucios? Una sociedad que permite esta injusticia, tan terrible, no merece ningún adjetivo de humanidad. Es despiadada, inhumana, brutal, es repudiable desde cualquier tipo de análisis y nos produce arcadas y un desprecio hasta la náusea.

 Es posible  que cuando pasen varias décadas, podamos hacer un análisis comparativo de todos estos fenómenos desde la perspectiva que nos marca el tiempo; por ejemplo, el siglo XX ha sido el más cruel de la historia de la humanidad: dos guerras mundiales, decenas de millones de muertos y una guerra dislocada de las industrias de armamento, incluidas las cabezas nucleares para destruir el planeta una docena de veces. Sin embargo, ya hemos aprendido, en lo poquito que llevamos del siglo XXI, un nuevo concepto de “guerra”. Somos tan sibilinos que hemos renovado otras fórmulas para eliminar a la gente sin mancharnos de sangre. Si el trabajo es cada vez más precario, junto al abandono del Estado hacia los problemas sociales, estamos llenando las arcas de nuestro país con pobres, pero pobres de solemnidad, los excluidos de este mundo. Si nos arrebatan nuestro futuro y el de nuestra familia, la desesperación y el miedo serán los atributos de esta sociedad. Algunos piensan que estamos ante un nuevo cambio de era, pero realmente lo que sucede es que se está  devaluando tanto al ser humano que será difícil de recuperarlo.

 Sin embargo, a pesar de toda esta podredumbre que nos rodea, he decidido integrarme en el futuro, para ello necesitaré un nuevo circuito en mi propio chip para poder concentrarme, con libertad, en esta cápsula de 21 milímetros. Es verdad que la envoltura todavía ocupa poco espacio, pero suficiente para iniciar un mapa de actividad con la voz de la calma, dejando atrás la incertidumbre con la ayuda de la “nanotecnología eudaimónica”. En esta tarea podemos crecer juntos y estoy convencido de que vamos a caminar en la buena dirección. Para ello es necesario hacer algunas “reformas”, hay que sustituir algunos sentimientos globales como la ambición, el egoísmo, la codicia y la corrupción.

 La primera medida que necesitamos es alcanzar el sueño de lo infinito para recuperar los ecos de la alegría perdida, y ¿Cómo podemos conseguir esto? Con una “palabreja” muy rara, la Eudaimonia, palabra griega que quiere decir la plenitud del ser, traducida comúnmente como “felicidad”. Según Aristóteles, el fin o bien último que persigue el hombre es la Eudaimonia o sea, felicidad, entendida como un estado de la mente y alma, relacionado con la alegría o al placer

 Después del milagro de la genética, tenemos la gran suerte de haber sido agraciados en este viaje. Hagámoslo más fácil para la inmensa mayoría de los mortales. Podemos colonizar un mundo más feliz, para lo cual, hay que recordar la fugacidad de la vida. Todos los seres humanos buscamos lo mismo, la felicidad ¡Vale la pena!                                      

 Mi querido “eudaimonio”, aunque ahora eres un querubín muy pequeñito, sin sexo que te distraiga, con solo unos dos centímetros de espacio ocupado, estás en la entrada a la libertad. Además, este lecho de amor líquido donde juegas es compatible con la diversión ¡No lo olvides!  Pásalo bien el tiempo que estés dentro del nautilus. El amor es un mago que te abriga en la oscuridad para que esta no te dañe. Además, deberías ir a lo tuyo, que no es otra cosa que sentirte seguro, protegido, no le tengas miedo a la noche, la oscuridad que te rodea no puede hacerte daño, al contrario, te abriga y te calienta y ese líquido donde nadas es el amor que te aleja de la incertidumbre. La memoria de alguna alegría perdida, aunque sea amable y cariñosa, te ayudará para que seas un ser más libre y alegre. Vives en una cápsula espacial de 21 milímetros y te espera un viaje apasionante, ahora estás en medio del espacio, viajando a través de la noche pero muy pronto la luz te envolverá y yo estaré allí, te veré al amanecer, mientras voy preparando tu futuro, voy a luchar para que encuentres un mundo de luz que te envolverá hasta abrir tu corazón. Siempre estaré atento, te cuidaré y lucharé contra tus preocupaciones.

 Mientras llega el día del “alumbramiento” y hasta que seas expulsado, desde el interior del nautilus, aprovecha la noche, es tan bella como el día y no debes tener miedo, el temor es irreal. La luz de las estrellas adornan tu pequeño cuerpecito y los rayos plateados te traerán paz. Si quieres, yo te puedo acompañar viajando a la deriva por las estrellas, pero ¡Ten cuidado! deja en paz a tus sueños no sea que te los roben. Goodnight, sweetheart”

viernes, 15 de febrero de 2013

LOS PEQUEÑOS DETALLES DE NUESTRA VIDA COTIDIANA


Es muy difícil recordar los acontecimientos de las “pequeñas cosas” de nuestra vida y que, tan importantes son, no solo en el pasado, sino en el presente, aunque sea más o menos remoto o inmediato. Hay galerías de la memoria que están cegadas y obstruidas y este olvido puede ser una amnesia protectora, incluso, de otros hechos coetáneos, que hemos querido, consciente o inconscientemente, borrar para el abandono. A veces, todos van en el mismo paquete. ¿Qué beneficios tiene la evocación de estos recuerdos? ¡No lo sé! Hacer un recordatorio de nuestra vida es una advertencia, un aviso y puede ser muy positivo o no. Hay acontecimientos buenos, otros anodinos e insignificantes y, los que nadie quiere recuperar, los abyectos. Pero, ¡Ojo! ¿Cuántos de estos son realmente infames y miserables? Hay que tener cierta cautela, necesitamos un mecanismo  de protección. Sin embargo, nuestro cerebro, que nos conoce mejor a nosotros mismos, puede ser nuestro garante para salvaguardar nuestra integridad.

 
Los espacios del tiempo en el recuerdo son diferentes, unas veces el reloj parecía detenerse, o, por el contrario, corría muy rápido hacia la noche. La oscuridad me marcaba el signo del tiempo. En muchas ocasiones, la piel fría del cristal de la ventana, congelaba mi cara, especialmente en los días de lluvia. Mi mirada se quedaba fija en las gotas de agua que caían a un ritmo muy cansino. La vida transcurría al mismo compás que el tren correo ¡Pocas veces llegaba a su destino! Los minutos eran horas, las horas días y los días parecían años. El aburrimiento marcaba mi desánimo y creía que nunca llegaría el nuevo día, especialmente cuando los nubarrones no aclaraban el cielo de un futuro azul que tanto añoraba. El tiempo quedaba suspendido en la angustia de la ingravidez.

 
La rutina de las cosas me exasperaba. Los objetos que me rodeaban parecían estar congelados, nada se movía: el aparador, la lámpara de brazos, el jarrón con aquellas bolitas grises colgadas de unos tallos tristes, los pañitos de croché, la radio adornada con un traje de encaje. Todo era gris, el techo, las paredes, las sillas, las ilusiones, la luz eléctrica, mi voluntad que se iba apagando con el día. La noche, la cama de mueble que tenía que hacer y deshacer todos los días, mis ojos abiertos como dos luciérnagas, la mirada hacia los ángulos rectos, mi interés por cortarlos con una catana afilada hasta desintegrarlos. Era un tiempo de demora, de impaciencia y de espera.  

 
Una de las horas más hermosas del día era el atardecer. Con la puesta de sol, la luz y los colores, iban avanzando onduladamente hacia la oscuridad. Los rayos de sol iluminaban las grises paredes de las casas que mostraban las heridas de guerra  por el paso del tiempo. Los rayos acariciaban los reflejos de cada rincón, calentando, plácidamente, las frías piedras adoquinadas del pavimento. La luz adoptaba tonalidades diferentes, especialmente cuando alumbraban las macetas que colgaban de los balcones. Ganaban por mayoría los geranios, la flor del pobre, muy vistoso en el color y ausente en el olor. Uno de los placeres más generosos del día, era sentir la caricia y el beso cálido de los rayos de sol sobre las mejillas. Me hacía cerrar los ojos y sumergirme en un sueño de amodorramiento que me congraciaba con los días aburridos y pesados ¡Valía la pena sentir estos minutos de felicidad! Me sentía en el centro del universo, era la estrella más importante de nuestro universo, el sol.

 
Mirar al firmamento atestado de estrellas era un gran acontecimiento, me sentía importante. Era, a la vez, insignificante, pero poderoso. Si yo, en este momento, estaba aquí era porque el destino me protegía y quería que fuera partícipe de este gran espectáculo, aunque, a veces, me producía cierto vértigo, especialmente cuando estaba tumbado en el suelo, boca arriba, con la mirada perdida en el cielo, pensaba que el mundo estaba al revés y que el suelo era el espacio, por eso me dirigía a toda velocidad en caída libre hacia arriba.

 
¡Cuántas sensaciones tiene la soledad! Crecí como un niño solitario pero no desamparado, era retraído y algo tímido. No necesitaba mucho del afecto, sin embargo, muchas veces me comportaba como un auténtico payaso. Si me sentía triste, la buena noticia era hacer sonreír a los demás con mis tonterías. Pero no siempre era reconocido y la mayoría de las veces ayudaba a todo lo contrario, la indignación de los otros era mi fuerza para no decaer en la tristeza de los demás.

 
Desde muy niño disfrutaba de las pequeñas cosas, no necesitaba juguetes complicados ni caros. Una simple caja de cartón, para hacer un camión o un fuerte de indios y cowboys; Un hueso de melocotón, para restregarlo con saliva en la acera de la calle y fabricar un pito; Unas chapas de botella o platicos junto a un garbanzo, para formar un equipo de futbol con los colores del Real Madrid o del Barcelona; Un palo y una rueda de metal recogida en las “delicias”, un estercolero próximo a mi casa, para fabricar un “aro” con el que podías viajar por todo el mundo y estar todo el día entretenido; Unos palillos de dientes con un trozo de papel, un alfiler y un hilo de coser, para fabricar un dardo y tirarlo a una diana; Una cuartilla de papel para hacer volar la imaginación en forma de avión; Unas bolas de arcilla, imprescindible para jugar a las canicas; Una lima desgastada, para jugar a eso, a la lima; Unos alfileres como barrotes junto a un tapón de corcho para fabricar una prisión y cazar a todas las moscas del mundo, que eran muchas; Una tabla de madera con cuatro cojinetes y hacer un fórmula uno y tirarnos a tumba abierta desde lo alto de la calle hacia abajo; Otras veces, organizábamos en el barrio batallas campales escatológicas, las armas procedían de las heces de los burros que era lo único móvil o vehículo que pasaba por la calle, por tanto, disponíamos de un abundante arsenal de armamento  y tantas y tantas cosas que ahora no recuerdo. Este era todo el universo que necesitaba para no aburrirme. 

 
Los acontecimientos, de mi vida cotidiana, a lo largo de mi infancia y adolescencia, tenían un denominador común “mi felicidad dependía básicamente de mí”, cada momento era especial y lo vivía así. Fui lo suficientemente maduro para comprender, desde muy joven, este principio. La actitud personal ante los problemas era solventarlos cuanto antes y hacerlo con mucho humor y “cachondeo”. Dicen que “el payaso cuando ríe oculta la pena dentro”, aunque esto tampoco me agobiaba demasiado. No he sido un niño llorón, ni en soledad ni en público. Prefería las “lágrimas de cocodrilo” a las de “sangre”. Esta vida no era un valle de lágrimas, aunque este fuera el aire que se respirara. Por esta razón, escapaba con mi soledad y disfrutaba con las pequeñas cosas.

 
Sin embargo, con los primeros afectos, elegidos libremente, te das cuenta que la complicidad es un regalo de la amistad. No se puede caminar, exclusivamente, como un homo clausus, los espacios son diferentes y los tiempos también. En la época de mi infancia, en la década de los 50 y comienzos de los 60, los niños éramos de la calle, aprendíamos prematuramente la importancia de la supervivencia y el contacto con los vecinos era algo habitual, por ejemplo, cuando moría alguien, los niños del barrio íbamos en bandada a visitar a la muerta o al muerto, se hacía con toda naturalidad e, incluso, los mayores nos facilitaban la entrada hasta situarnos en la misma cabecera del difunto. Este espectáculo estaba integrado en nuestras vidas y la presencia de un cadáver ejercía una atracción especial en nosotros, entre miedo y curiosidad. Desmenuzábamos todos los detalles que observábamos en el muerto. Como si fuéramos médicos forenses estudiábamos aspectos como la expresión de los ojos abiertos, la cara, la apariencia dormida, la boca abierta y, a veces, una mueca o una risa sardónica.

 
Aunque la muerte ha sido un hecho social inmutable, sin embargo, ha estado relacionada con cada momento histórico y en el lugar  donde se producía. La muerte es un reflejo de cada sociedad. En nuestro entorno se han producido cambios muy importantes, por ejemplo, hay un desplazamiento de la muerte y de los moribundos desde los hogares a los hospitales modernos. La muerte en el hospital se institucionaliza, aunque podría producirse en un ambiente más familiar. Es un proceso social de medicalización que conlleva a una gran deshumanización. Por ejemplo, las Unidades Especiales de Cuidados Intensivos, donde he trabajado tantos años, se transformaron en la antesala del aislamiento y la soledad previa al "exitus laetalis". La "muerte social" que sufre un enfermo antes de morir es evidente en estas sociedades tecnificadas y modernas, aunque no sean imprescindibles para este fin. Al sujeto se le expropia de  su familia y de las redes sociales, además, se le confina en un espacio físico saturado de "enigmas" y tecnología. La idea Goffmiana sobre el proceso de institucionalización y la pérdida de control del sujeto, por parte del sistema sanitario, es muy importante.

 
¿Cuáles son los pequeños detalles que nos alegran la vida y que te hacen sonreír cada día? La felicidad no es una lotería, sabemos que las probabilidades de que te toque son infinitesimales, sin embargo, son los pequeños detalles los que nos hacen la vida más fácil. Casi nunca valen dinero, son gestos, caricias, sensaciones, percepciones del mundo que nos rodea, decía Albert Einstein que "Mi religión consiste en una humilde admiración del ilimitado espíritu superior que se revela en los pequeños detalles que somos capaces de percibir con nuestra débil y enclencle mente”.

 
Conforme pasa el tiempo se van acumulando depósitos de prejuicios en nuestra cabeza.  Algunos llaman a esto “sentido común”. Es cierto que nos ayuda a esquivar muchos golpes en la vida, a valorar lo trascendente de lo prudente. Creo que ha sido una de mis mejores virtudes, el sentido común, además de que me ayudó a disfrutar más y mejor de las pequeñas cosas. Es obvio, que si este sentido común te paraliza a la hora de tomar tus propias decisiones, hay que implantar la cuarentena. El exceso, como quedarse corto, no son los caminos más adecuados para disfrutar de la vida. Sin embargo, los prejuicios negativos son dañinos, especialmente si están llenos de oscuridad y nos impiden ver toda la realidad, especialmente con los focos encendidos, en este caso, mi recomendación es dejarse llevar por la intuición, que no es mala, todo lo contrario. Hay que apoyar las decisiones que “te pida el cuerpo” y no son irracionales. Nuestro cerebro, que no descansa nunca, está procesando continuamente la información, muchas veces no aflora al exterior, pero esto no quiere decir que las decisiones sean irreflexivas, todo lo contrario, ¡Haz lo que te pida tu “intuición”! en un porcentaje muy alto acertarás, al menos a mi me ha servido y, sobre todo, te quedas más contento contigo mismo. Por este motivo, a veces es más útil tener menos sentido común y más intuición.

 Pocas cosas son realmente importantes en esta vida y conforme avanza el tiempo se va cribando la realidad hasta reducirla  a lo minúsculo, a lo diminuto, a lo trascendente, a lo vitalmente importante. La cuestión es si ¿Hay vida después de la muerte? Como no lo sabemos y nadie lo sabe, lo que sí conocemos es que ¡Hay vida antes de la muerte! Es la única certidumbre importante que tenemos ¡Aprovechémosla! especialmente cuando el tiempo, nuestro aliado y enemigo, es tan cruel con la inexistencia. Pasamos de un tiempo inerte y congelado a otro, que es un relámpago en la oscuridad. Por lo tanto, ¿Qué es lo más importante de la vida? evidentemente, ¡No estar muerto! Sin duda, la certidumbre es la impermanencia. Así de simple y de complejo. La magia de nuestra vida está en las pequeñas cosas, pero hay que saber encontrarlas ¡No es tan fácil! Cada uno tenemos nuestro propio universo, no todos los mundos son iguales. Investiga y búscate a ti mismo, aquí no valen los consejos. Este es el reto.

 

sábado, 9 de febrero de 2013

A LOS APÓSTOLES DE LA MENTIRA Y DEL ODIO, DESHEREDADOS DEL AMOR y “politiquillos de mierda”


Ya sabemos que nos habéis arruinado y arrebatado nuestra dignidad, que no podemos sentirnos orgullosos de nuestras raíces, que fuimos engendrados por un monstruo sin escrúpulos, que tenemos el estigma del esclavo, cautivo de la libertad secuestrada, que no tenemos un espacio de humanidad para nuestra propia familia, que somos el combustible de este mundo bárbaro y sanguinario y que os servimos de alimento para vuestro propio sustento.

¿Hasta cuándo seguiremos aplastados por nuestras desgracias? ¿Hasta cuanto aguantaremos? Desde el comienzo de los tiempos, nos habéis dicho que este era nuestro destino y que, según vuestros apóstoles, era por designio divino.  No nos importan los trabajos forzosos, ni el hambre que padecemos, ni la angustia de ver a nuestros hijos con la boca abierta arrastrándola por el fango, lo que nos duele, lo que nos aflige, es vuestra vehemencia indiferente hacia el dolor. Un mundo sin compasión no vale la pena. No a los salvavidas que prolonguen el sufrimiento.

Este es el momento para actuar, ¡Revelémonos! El monstruo es implacable, cruel, inclemente, resentido, no parece agotarse nunca, cada vez nos debilita más. La desvalorización del trabajo, la devaluación de la política, el desprecio al ser humano, los valores del capital sobre la conciencia, la supervivencia del más fuerte o el más rico, la desmotivación y la desconfianza, la competitividad fratricida, la sustracción de los valores más vitales como es la salud, los escreening o exámenes en salud, la rehabilitación, el copago, la medicina y los cuidados para los ricos y para pobres, los pensionistas que tendrán que pedir perdón, todos los días, por ser los “parásitos” de la sociedad, los albergues, los comedores de caridad para comprar el cielo y la eternidad con el dinero “robado” de estos “sepulcros blanqueados” ¡Abajo la caridad y arriba la justicia social! No creo que este sea el mejor mundo para almas sensibles  ¡Quién quiera lujos que se los page! ¡Cada cual tiene lo que se merece! ¡Joderos! Pero, pongamos el punto y aparte ¡Hay que luchar! No podemos caminar hacia un mundo donde la solidaridad se considere una debilidad y un defecto social, así este mundo no vale la pena, es inmoral ¡No a un mundo sin alma! ¡No a un Euro Vegas Social!

Nosotros, los desheredados, no renunciamos a que nos arrebaten los únicos anclajes de humanización que nos unen a este mundo, no somos indignos ni hemos abandonado a nuestra familia, son ellos los que nos han dejado desamparados y no por voluntad propia. Si tuviéramos que buscar un culpable, sería el causante y no el sujeto doliente, que con toda seguridad es una víctima (¿victim blaming?). Sois vosotros los desheredados del amor, bastardos del odio y del aborrecimiento, pendencieros de una felicidad corrompida, esclavos de una supervivencia de opulencia, vacios y sucios de cualquier sentimiento de humanidad los que estáis emponzoñando este mundo.

Vuestra Oración:

“Bienaventurados los pordioseros e indigentes porque verán en televisión el reino de los opulentos” “Bienaventurados los dóciles, los sumisos, porque poseerán un trozo de tierra para el descanso eterno” “Bienaventurados los tristes, porque ellos serán consolados cuando encuentren un trabajo Abfall” “Bienaventurados los bondadosos y los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos verán a dios” “Bienaventurados los pacíficos y los que sufren persecución por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos, si son buenos” “Bienaventurados los desheredados del mundo porque de ellos será el reino del olvido”

Mi Oración. El Padre Nuestro:

Padre Nuestro, de todos nosotros, de los pobres, de los sin techo, de los marginados y de los desprotegidos, de los desheredados y de los dueños de la miseria, de los que te siguen y de los que en ti ya no creemos. Baja de los cielos, pues aquí está el infierno. Baja de tu trono, pues aquí hay guerras, hambre, injusticias. No hace falta que seas uno y trino, con uno sólo que tenga ganas de ayudar, nos bastaría ¿Cuál es tu reino? ¿El Vaticano? ¿La banca? ¿La alta política? Nuestro reino es Nigeria, Etiopía, Colombia…. El pan nuestro de cada día son las violaciones, la violencia de género, la pederastia, las dictaduras…. En la tentación caigo a diario, no hay mañana en la que no esté tentado de crear a un Dios humilde, a un Dios justo. Un Dios que esté en la tierra, en los valles, los ríos, un Dios que viva en la lluvia, que viaje a través del viento y acaricie nuestra Alma. Un Dios de los tristes. Un Dios más humano...Un Dios que no castigue, que enseñe. Un Dios que no amenace, que proteja. Que si me caigo, me levante, que si me pierdo, me tienda su mano. Un Dios que si yerro no me culpe y que si dudo me entienda. Pues para eso me dotó de inteligencia, para dudar de todo. Padre Nuestro, de todos nosotros, ¿por qué nos has olvidado? Padre Nuestro, ciego, sordo y desocupado, ¿por qué nos has abandonado? El Salmo de los Desheredados (El Dios de los Tristes). Mägo de hoz

domingo, 3 de febrero de 2013

UN “PASO MÁS” HACIA EL DESMORONAMIENTO DEL ESTADO


El camino es implacable. Los primeros pasos se llevaron a cabo con cautela, lentamente, casi imperceptiblemente  para la población. La historia, a escala ecológica, tiene escasos segundos, todo comenzó hace algo más de tres décadas y con la caída del muro de Berlín, en 1989, donde comenzó la cuenta atrás. Durante los años 90 el modelo capitalista queda solo en el mundo y sin ningún contrapeso ni referencia social. La globalización “económica”, no la humana, ni la que procuraría una mayor justicia social, comenzó a expandirse como una epidemia silenciosa. Se implantaron las relaciones de mercado como única vía de relaciones humanas, se publicita la “aldea global” como el signo de un tiempo nuevo y de prosperidad para un supuesto bienestar en todo el planeta. Sin embargo, había nacido una “hidra” que se extendería por todo el mundo, el “mercado” que se transformará en el nuevo dios rompiendo todo tipo de reglas de moralidad y de ética ¡Bienvenida la anarquía!

 
Esta época, de grandes cambios, nos está cogiendo anestesiados, es curioso que nuestra conciencia esté tan adormecida que, cuando queramos darnos cuenta, será demasiado tarde. Vivimos un tiempo tan convulso que nos marea y nos atonta, sin embargo, hay muchas lucecitas rojas que tampoco percibimos. Estamos cambiando nuestra escala de valores, aquí quien no se enriquece es porque no puede o porque es tonto y el listo, lo hace a cualquier coste, en la sociedad del “todo vale”, por ejemplo el caso Bárcenas donde nuestros “apóstoles” nos encaminan a la austeridad, incluso a la pobreza, mientras que ellos, los elegidos, los “listos”, viven sin ningún tipo de moral ni de ética y si tienen problemas de conciencia se la lavan con unos sobres blancos llenos de una planta adormidera llamada “dinero”. ¡Bien por la ley del embudo para los pobres! ¡Qué se jodan! ¡Qué asco!

 
Sí, es verdad, hay una crisis económica, política, moral, etc. en definitiva, lo más importante, es una crisis de la ciudadanía, pero para más inri inducida por nuestros proveedores de la moral. El individualismo, como rasgo de carácter de las sociedades modernas, el aislamiento social, la alienación del “homo clausus” está desintegrando algunas de las características, más vitales, del ser humano como son: la solidaridad, el asociacionismo, el apoyo social. Pero este es el cambio y el impulso por el que debemos de actuar con urgencia. Hay que rebelarse con todas nuestras fuerzas.

 
El modelo y el sistema social son corruptos y nos está abocando hacia el precipicio. Pero el enemigo es poderoso y el objetivo real de esta “Comedia de los Conversos” es poner fin al Estado. El poder de los consorcios en una economía globalizada  está en manos de los mercados, la OMC, el Banco Mundial, etc. que son los que toman las decisiones políticas sin que nadie les haya votado. Estamos ante la nueva dictadura del siglo XXI.

 
Ellos, nuestros guías, los apóstoles, defienden con la boca pequeña pero con gran convicción interior, que sin un Estado fuerte estamos mejor, especialmente para los que manejan el dinero e, incluso, a nosotros mismos. Su letanía es que aquí, en este mundo globalizado ¡NO SE REGALA NADA! Los ineptos y los pobres de solemnidad y de espíritu no tienen cabida, solo los “guerreros del antifaz” que saben esconderse y ocultar sus verdaderos intereses, que no son más que los suyos propios y los del capital.

 
Desde hace años se viene organizando una voladura-implosión controlada, no solo del Estado de Bienestar, sino del propio Estado, ¿Para qué lo queremos? ¿Sirve realmente para algo? ¡Pues sí! Por ejemplo, para proteger al más débil, para una mayor justicia social, para ser más humanos ante tanto crápula y sinvergüenza que nos están llevando a la ruina material y moral y, para preservarnos de los abusos de los poderosos que nos “esclavizan” cada día más. El viejo sueño del “capitalismo sin fronteras” capitalismo sin trabajo; más capitalismo sin impuestos requiere actuar sincronizada mente sobre diferentes pilares del Estado. Por tanto, con todas estas reformas, llevadas a cabo, en nuestro país, por políticos de escasa inteligencia y con gran lealtad a sus procreadores, están acabando con la dignidad de las personas e inoculando el miedo para yugular la reactancia de la población. Quieren un país de súbditos esclavizados a los dictados del poder del dinero, pero esto no lo hacen gratis, aunque a ellos les suponga su propia autolisis ya que reciben sus recompensas (véase el caso Bárcenas). Destruyen el pleno empleo clásico e introducen cambios de “modernidad”: flexibilización, trabajo desmembrado, precariedad laboral, trabajo informal esclavizado, etc.

 
El paso siguiente es hacia la “anarquía mercantil”. Un mercado sin reglas de juego.

 
La política del escándalo, la identificación de lo político con lo corrupto, la personalización de la política con mensajes negativos y de desprestigio, coadyuvan al desmoronamiento del Estado y al fin de la democracia. Estamos ante un Golpe de Estado inducido y provocado desde el propio Estado, de ahí la enorme gravedad del problema. Estos evangelizadores e ideólogos están enloquecidos, se comportan como los últimos fascistas de las cortes de Franco que se auto inmolaron por una España grande y libre, ¡vivir para ver! Aunque tampoco podemos olvidar a los nuevos espacios políticos de los medios de comunicación, pertenecientes a las misma jefatura y a las directrices del mercado.

 
¡El futuro es hoy! y no podemos esperar más. Hay que salir a la calle y protestar con firmeza y asertividad.

 
¡Hay que parar esta locura! porque mañana será muy tarde.