Crónica de un día después del fin del mundo (22 diciembre 2012)
Después de una saturación
desmesurada sobre la “predicción” maya del fin del mundo, pudimos comprobar,
como en otras ocasiones, que no sucedió nada de nada. Sin embargo, mí querido
amigo y compañero D. Pablo Nieto estaba algo preocupado ante la posibilidad de
que se cumpliera este aciago pronóstico, esto le sucede porque aun es muy joven,
cuando uno tiene varias décadas a las espaldas te vuelves receloso y muy cínico
ante los apóstoles de la catástrofe y la mentira. Su inquietud era real y por
ese motivo le dije:
- Mira Pablo, como sea mentira
que se vaya a acabar el mundo, después de las esperanzas que nos han dado ¡Yo
me cabrearé mucho! ¡No se puede jugar con la ilusión de la gente de esta manera!
Como Pablo tiene un sentido
inteligente de la ironía, captó rápidamente que estaba de broma y en ese
momento se le escapó una gran carcajada que apagó, milagrosamente, el temor que
tenía, recordé que “Sonreír, reír,
bromear, es también una forma de resistir”.
Al final de la jornada, ocurrió
lo que tenía que suceder ¡No pasó nada de nada! El mundo seguía su ritmo
normal, con lo que los agoreros quedaron sin argumentos para sembrar el “miedo”
en los pobres mortales. Pero, en ese momento, aparecieron otros, menos tristes
pero tan fatídicos como los apóstoles de la desgracia, que invirtieron el
mensaje hacía un “cambio de era”. Se avecinaba un mundo mejor, donde seríamos
más agraciados con esta transformación y nos haría más felices.
¡Quien no quiera consolarse es
porque no quiere!
Aunque, a veces, me inquieta que,
en el fondo, estos energúmenos enloquecidos puedan llevar algo de razón.
Estamos tan castigados con la miseria y la “dichosa crisis” que cualquier
esperanza nos alivia.
Sin embargo, a los mercaderes de
la política les ha venido muy bien. Estos voceros de la desgracia, de la culpa
ajena de nuestro propio infortunio, discípulos de la “Garduña”, sociedad que
dejó de ser secreta para transformarse en agentes del miedo y del crimen
organizado de la esperanza. Catedráticos del engaño que nos han convencido de nuestra culpa y de
nuestra mala cabeza. Pero su mentira no acaba aquí, ellos, los miserables,
dicen actuar con clemencia y compasión hacia nosotros, son los misántropos de
los despojados del infortunio gracias a su esfuerzo y abnegación. Nos ayudan a salir
del fango donde “nos gusta” revolcarnos.
Sí, sí, ya sé que les supone
muchas horas de insomnio y que gracias a ellos somos más infelices para
alcanzar antes la gloria eterna. Sí, sí, también me siento muy agradecido ya
que me han rebajado el sueldo, me suben el IVA, el IRPF, la luz, etc. Tengo que
pagar más por las medicinas, aunque también hay cosas más “agradables” como,
por ejemplo: este curso han dejado de estudiar, en la universidad, mis dos hijos
porque no nos llega para pagar las tasas de matrículas -tienen ganado un
merecido descanso-, tampoco hay becas para los insolventes como yo, pero ¡Ojo! Aquí
en Granada, nuestra Granada, El Excmo. Sr. Presidente de la Diputación, D.
Sebastián Pérez dice, sin ruborizarse que En
una provincia que pasa hambre voy a estar YO haciendo carreteras, (Granada
hoy, 24 de diciembre, -el día de Navidad-) ¡Que
sinvergüenza!
¡Mejor que estemos dormidos! ¿O
NO?
No ha sido el fin del mundo, aunque
los apóstoles nos amenacen diciendo que ¡por ahora…! Tampoco aprecio un cambio
de rumbo del planeta hacia un mundo justo y solidario. Ni a través de la muerte
en el fin del mundo, ni tampoco por creer en la fantasía que nos salvará de la
desesperación hacia la felicidad. La realidad es mucho más cruel porque
manifestándose en toda su crudeza y desesperación, ¡No somos capaces de
percibirla! ¡Estamos ciegos y sordos!
¿Hasta cuándo? ¿Qué debe de ocurrir para que la conciencia se ilumine? Nos
queda poco tiempo y cada minuto, hora, día que pase, el retroceso de los
derechos perdidos, serán más difíciles de recuperar.
Aborrezco un futuro así para mis
hijos y nietos.
El del pito es D. Pablo Nieto
¡Podéis
destrozar todo aquello que veis porque nosotros de un soplo lo volveremos a
crear. Como si nada, como si nada!
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