El concepto de “gusano auditivo”
se utilizó en los años ochenta que era la traducción del alemán Ohwurm. Esta idea tiene su origen en la
música y hacía referencia a aquellas melodías que eran muy pegadizas y que
entraban en el cerebro como un gusano en una manzana podrida. Algunos autores
ubican al “gusano” a principios del siglo XVIII, sin embargo, la metáfora, en
la actualidad, sigue siendo la misma. Cuando una melodía o una tonadilla entran
en la cabeza y no la abandona, repitiendo continuamente la canción, el ritmo,
el timbre, el sonido, puede llegar a volverse insoportable. La repetición puede
ser contagiosa y ¿Cómo no? Peligrosa. Induce a una obsesión hasta “enganchar” al pobre sujeto que la
escucha. A veces, consigue ser tan pesado y doloroso que para abrirse camino
actúa como una taladradora que entra por el oído hasta el cerebro. Esta es la
razón por la que, algunos autores, los definen como los “gusanos auditivos” y
también los “gusanos cerebrales”.
Esto que parece una broma no lo
es, aunque algunos la utilizaron con este fin, por ejemplo, definir a estos
“gusanos” como “agentes musicales cognitivamente contagiosos”.
Es cierto que las consecuencias
de una acción pueden tener efectos muy contradictorios, la complejidad también
puede aparecer en unos simples compases, aparentemente fáciles. El problema es
que, estamos tan atareados que, no tenemos tiempo para observar y reflexionar
sobre determinados mensajes que nos están llegando por tierra, mar y aire, es
decir, por los ojos, por el oído y por la conciencia de valorar que somos algo
más que una “alimaña”. Pero no podemos olvidar que las ciencias avanzan que es una barbaridad y aquí llegan los
publicistas, asesores de imagen, asesores de políticos, etc. que disponen de
una tecnología y unos recursos muy avanzados para manipular las imágenes y los
mensajes que son capaces de confundirnos. Vivimos en una sociedad
multimediática donde la televisión, la publicidad o los mass media con medios masivos de comunicación, tienen un efecto
manipulador que pueden llegar a producir un “secuestro de lo real”,
configurando y transmitiendo nuevos modelos cognitivos en la población a través
de las llamadas industrias culturales de
la conciencia -la publicidad-. Estas, son capaces de transmitir nuevos valores
y comportamientos sociales a base de la insistencia del mensaje e, incluso, de
una música pegadiza.
El desarrollo económico de la
sociedad de consumo, utilizó los “gusanos
cerebrales” para modificar las estructuras mentales cognitivas de la
población a través de la publicidad, estas nuevas armas modificaron el
pensamiento de la gente para crearle nuevas necesidades y valores a fin de,
modificar sus actitudes y comportamientos, orientadas a un mayor consumo.
Gilles Lipovetsky, analiza las
edades del capitalismo a través del consumo, definiendo las sociedades actuales
como las del hiperconsumo que favorecen el individualismo, la ficción de la
independencia, de la soberanía y de la autonomía personal. Esto favorece
el ideal de una “sociedad hedonista”,
donde el objetivo fundamental son las intenciones placenteras subjetivas,
haciéndonos olvidar la dura realidad cotidiana y para que no pensemos en “otras
cosas”. Vivimos una “época turbo
consumista cuyo sistema de informaciones no tiene límites, ni obstáculos
temporales ni espaciales”. Nos están lanzando permanentemente miles de “gusanos cerebrales” que nos están
afectando hasta provocar la parálisis social. Nos inducen a pensar que el
capitalismo se hace indefectible, que es
necesario y que no se puede evitar. El problema es que no disponemos de un
sistema alternativo creíble a la mercantilización total de los modos de vida.
Estos “gusanos cerebrales” nos
ayudan a creer en el gobierno del placer y de la supuesta felicidad, para lo
cual es necesario modificar las necesidades de la población. ¡Esta
es su gran revolución! ¡Confundir DESEOS
con NECESIDAD! Es la clave del cambio, especialmente cuando los deseos
humanos son infinitamente ampliables, por lo que somos incapaces de proveer una
satisfacción a todos ellos. Sin embargo, lo que sucede es que la gente no está
satisfecha, incluso está muy cabreada pero no sabe por qué lo está.
Por tanto, estas necesidades
están creadas artificialmente, bajo una Industria que ha crecido
espectacularmente en los últimos lustros y cuyo objetivo es básicamente
modificar la realidad (TV, Publicidad, mensajes políticos banales, apostolado
del sacrificio y de la austeridad, etc.).
Cada día sufrimos un bombardeo de más de tres mil mensajes -como
canciones pegadizas-, reforzando unos valores sociales que no son nuestros, sí
de ellos que defienden sus propios intereses, para lo cual no dudan en traficar
con la comunicación y con las imágenes. Esto está provocando una
homogeneización en los individuos y una cultura sin diversidad. En definitiva,
se está produciendo una lenta transformación de la masa gris del cerebro en
“serrín”.
Decía P. Bourdieu que los contenidos de los mensajes no son
inofensivos, sino ofensivos hasta provocar una “violencia simbólica” y
que el objetivo fundamental era ejercer un “control
social”, persuasivo y canalizado a través de los medios de comunicación.
Por esta razón Mayor Zaragoza destaca que “Cada
día tenemos menos tiempo para pensar, para reflexionar, para disentir, para
protestar, para contar como ciudadanos y no solo ser contados. Cada vez más
receptores pasivos, cada vez menos protagonistas activos. Es una nueva
esclavitud, una expropiación espiritual, una abdicación de la soberanía
personal”
Estamos hablando de una nueva ideología, con pautas de
comportamiento, de signos, de discursos que suponen todo un capital simbólico y
cultural que oculta una ideología política, económica, cultural e, incluso,
religiosa. Esta situación está provocando una forma peculiar de percibir, de
leer e interpretar el mundo. Estamos perdiendo la identidad cívica como
ciudadanos. Este es el trasfondo de la llamada “crisis actual” ayudada por los “gusanos cerebrales” que nos inoculan día a día.
¡Hay que afrontar el peligro!
porque a veces, estos gusanos, al entrar por los oídos llegan poco a poco al
cerebro y van destruyéndolo hasta transformarlo en puro serrín. Ya lo decía mi
pobre maestro “eres tonto de baba” y “tienes la cabeza llena de serrín” ¡Una
buena metáfora! Por último, hay que huir del viejo refrán “oír, ver y callar”. ¡No
es una receta adecuada! Tenemos que tener los ojos bien abiertos, estar al
tanto de todo lo que se dice a nuestro alrededor, es decir, estar bien
informados y, en tercer lugar, que no estemos callados ni muertos, la palabra
es lo que nos dignifica como seres humanos. Yo apuesto por tener una actitud
crítica y muy reflexiva.
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