Era una noche gélida y subir a la
colina roja donde está el Auditorio Manuel de Falla suponía enfundarse en varias
capas de abrigo, bufanda, sombrero y guantes, además de una gran dosis de
voluntad y energía. El premio era reconocible y seguro, un concierto de Miguel
Poveda tenía la garantía de que bajaríamos a Granada con una buena friega de
bálsamo en nuestro corazón y en el ánimo, tan castigado por las malas noticias
diarias de una “crisis” inducida y agravada por algunos “representantes” del
pueblo que no tuvieron empacho de fotografiarse en el Auditorio. Lo que ellos
no saben es que el pueblo no es tonto y
que somos capaces de visualizar su conciencia y su sensibilidad, sabemos que
tienen piel de galápago y una conciencia de caracol. Su “amusia” es descaradamente
manifiesta.
A pesar de su juventud, Miguel
Poveda, ha actuado con los mejores y en los principales festivales de música.
Empezó a cantar siendo aún un niño a los quince años y su ascensión en la
música ha sido como la de los más grandes de la historia del arte. Desde que
viví su primer concierto me estremeció de tal manera que intuí que el tiempo no
pasaría por él, tuve la sensación de estar ante un artista atemporal, no cabe
duda que este ser pequeño pero gran hombre era un elegido.
Nunca le he agradecido suficientemente
a mi querido amigo Andrés de Huelva, que fuera él quien me transmitió su pasión
por el flamenco. Hace ya algunos años me habló de Miguel Poveda, decía que era
un auténtico “prodigio” y de cómo se le erizaba la piel cuando lo oía cantar.
En aquella época yo estaba distraído con la música “culta” y el jazz, hoy día
sigo las corrientes del jazz fusión con el flamenco ¡Esos momentos son de
auténtica gloria! Querido Andrés, en tu haber está mi recuerdo cada vez que he
ido a un concierto de este gran artista polifacético o cuando lo escucho en sus
discos. Quiero que sepas que te tengo muy presente en mi memoria cada vez que
me estremezco con su música, me acuerdo de ti y te doy las gracias por cada una
de las experiencias únicas que disfruto en vivo y en directo, porque es muy
diferente ¿No crees?
Para abrir boca empezó su
concierto Miguel Poveda con Poesía. En esos momentos se congregaron en el aire
y en el espacio del Auditorio Manuel de Falla varios poetas. El primero en
presentarse fue Miguel Hernández, hizo su entrada con el poema para la
libertad que tantos artistas la han versionado, desde Serrat, Miguel Ríos y
una larga lista de flamencos. Reconozco que la versión de Miguel Poveda me
emocionó de una manera muy especial, tuve la impresión de estar escuchando la
canción por primera vez. Quien me iba a
decir a mí que este poema que, fue escrito hace más de setenta años, siga
estando de actualidad. También fueron invitados a la fiesta los poetas Ángel
González y Federico García Lorca. La sala quedó inundada por un halo mágico de
poesía y de los ectoplasmas y duendes de los poetas que bailaban al son de la
música acariciando nuestras mejillas. ¡Qué momentos tan mágicos!
En la segunda parte del concierto
cambió de palos hacia un cante más jondo, cantó por bulerías, malagueñas,
tientos caracoleros, tangos extremeños, seguiriyas y cabales. ¡Qué sentimiento
tiene el flamenco! Y como lo interpreta Poveda, cada pieza musical es diferente,
la desentraña hasta las tripas, como si fuera la primera vez, con angustia, con
dolor, desde lo más profundo del alma. No hay duda estamos ante un artista
único, irrepetible, muy especial, que sobrepasa la dimensión del tiempo y que
genera en cada actuación un halo mágico que inunda y contagia a todo el
auditorio.
Y para cerrar este círculo de
ensueño recorrió el camino de Quintero, León y Quiroga, la “Copla andaluza”, que
se está recuperando del olvido gracias a intérpretes como Poveda y que sabe con
maestría cantar y contar esta trova poética. Por último, se rindió un merecido homenaje
al cantaor recientemente desaparecido, el granadino Enrique Morente, maestro de
muchos artistas y que tanto representó en la vida artística de Miguel Poveda.
Foto del diario IDEAL en el Auditorio Manuel de Falla
(8 diciembre 2013).
(Expresiones del sentimiento de Miguel Poveda durante su
actuación en Granada)
Pero ¿Cómo podría yo definir a Miguel
Poveda? ¿Por su voz, su presencia, por el pellizco de su cante?
Su aire al cantar me llega a los
oídos, a la retina, al pecho y a la garganta ¡Pobre corazón doliente! Mi sangre
se arremolina, se paraliza cuando advierte tu quejío ¿Y las manos? Mis manos, tus manos, apretadas,
crispadas, revueltas y retorcidas, parecen que
claman, suplican, interrogan y, a veces, sentencian ¡Qué decir de su talle flamenco! Cuando el aire de su cante
penetra en mi cuerpo avizor, queda inmóvil, atento, vigilante. Y ¡Ay, Ay, Ay! Mis sentimientos como cuerdas de guitarra acompañan
el rasgueo de tu cante. De tu boca, el aire se hace nota y un rosario infinito
de cuentas de puñales. Mi pulso, a ritmo de tientos, coplerías y soleá. ¡Ay,
Ay, Ay! ¡El aire de tu cante, el aire que respiro! Pellizcos que no veo pero
siento que entumecen mi pensamiento y tu voz, la voz, el sentimiento, tu
sentimiento. Tu emoción, mi conmoción, mi gratitud, mi reconocimiento al Miguel
íntimo, al ArteSano.
Muchas gracias Pepe, por recordarme. Una pena que haya tres horas de camino, para echar unos raticos juntos.Como sabes, siempre he creído que Poveda era especial; aunque estas cosas, en el fondo, siempre son personales.
ResponderEliminarNo sé si la segunda o tercera vez que veía a Miguel Poveda en directo, en el Festival de Jerez hace cuatro años. Era un espectáculo de baile, con Isabel Bayón. Tela. Empezando el final, con una bulería por soleá, escenario oscuro, sale Matilde Coral con el mantón, espectacular. Derrochando arte sin mover un pie; sólo bailando el mantón, con setenta y muchos años y un parkinson que apenas la deja hablar. El público, mitad extranjero y mitad nacional (poco flamenco local, como suele pasar en estos eventos mundialmente conocidos) reaccionó con aplausos a la aparición estelar (se anunciaba "artista invitado", no el nombre) y aún más cuando mostró, como otras infinitas veces, qué es el arte flamenco. Pero a los cinco minutos de ese palo interminable, un quejío me volcó el corazón; a mí y, creo, a todo quisqui. Largo. Larguísimo. Sin cortes para respirar. Potente. Como salido de lo más hondo de un pozo infinito, lleno, en el fondo, de raíces ancestrales, formadas por cultura, conocimiento, sabiduría y actualidad. Rara y fascinante mezcla. Cuando el foco iluminó a Miguel Poveda desde arriba, el Teatro Villamarta, que ya sentía que algo pasaba, que aquello no era "normal", soltó un "ooooh" largo como el quejío, igual de profundo, que removió en sus asientos a flamencos, guiris y pijos, igualándolos a todos en dos centímetros de boca abierta, seguidos de un estruendo de aplausos y gente poniéndose en pie, moviéndose, confusa, azorada incluso; un alboroto propio de (imagino) las actuaciones mágicas de David Copperfield cuando el truco llegaba a su culmen. Igual que empezó el alboroto, se detuvo instantáneamente, con miedo a perderse aquello que estaba pasando. Poveda se entregó, en frío, y en tan sólo diez minutos (cantó para el baile una seguirilla y una bulería final) de una forma que nos hizo llorar de comunión con esto que a muchos nos toca donde nos perdemos, y que sabemos que existe porque lo sentimos. Vaya cuadro. Coral bailando el mantón, en medio Isabel Bayón y, roneándolas a las dos, Miguel, como el que no hace nada dándole su sitio a cada una, pero a la vez protagonizando. Absolutamente sublime, inolvidable y… repetible.
La última vez que lo vi presentaba el ArteSano en la Merced (plaza de toros de Huelva). Pues eso. En su estilo. Hubo un apagón (había robado el gasoil de los generadores de electricidad; la crisis). Sin luz, ni sonido, se juntó al piano de Amargós, y echo un par de cantes a la espera de la solución, pidiendo mil disculpas y sinceramente avergonzado, cuando no le correspondían ni unas ni lo otro. Le echó la bronca a una señora que, en primera fila, comía pipas durante la actuación. Con todo el respeto del mundo, pero ahí lo dejó. Y, a lo que iba, traía un guitarrista… Cuidao: Jesús Carrasco. No digo más. Bueno sí digo. Te quiero Pepe. Un abrazo.
Gracias por tu respuesta, ¿Cuánto me podrías enseñar? Así que MAESTRO cuando necesite una pizca de tu sabiduría te consultaré por la red. Un fuerte abrazo y besitos a tus niñas. Pepe
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