lunes, 22 de diciembre de 2014

¡PELIGRO DE IMPLOSIÓN! El mundo se puede ir a “tomar por culo”


Con los años me estoy convirtiendo en un “observador despistado” ¡quién lo diría! Durante mi vida profesional la observación certera ha sido una de mis grandes virtudes en compensación de otras menos agraciadas para mí. Esta situación me ayudó a desarrollar un “sentido común” que me sirvió para salir, con cierto éxito, de situaciones complicadas. El menos común de los sentidos hipertrofió mi cinismo hasta cotas inimaginables y me colocó como uno de los mayores cínicos del mundo y del conjunto mundial de los seres humanos. Sin embargo, transformó de tal manera mi vida que fue una palanca de equilibrio que me hizo valorar, con prudencia, esta oportunidad de colonizar una existencia compleja y demasiado “cabrona”.
He desarrollado un “ojo clínico” demasiado perspicaz que me hacía  repetir, una y otra vez, la sentencia que a tantos cabreaban el “ya te lo decía yo”. Sin embargo, al contrario de la gente normal que va madurando con la edad mi capacidad de acierto en las previsiones es cada vez menor y, en esta ocasión, espero no equivocarme.
Estamos viviendo unos años “históricos” únicos. Por esta razón, hay que estar muy despiertos para no perdernos ningún detalle. Pero, ¿Qué está pasando en este mundo global? Pues que la avaricia de unos pocos puede provocar que, este mundo que conocemos, se pueda ir por la alcantarilla. Existe un riesgo real de una gran implosión detonada por las cargas explosivas de un modelo capitalista enfermo.
La crisis, que es global, nos recuerda otros tiempos donde la esclavitud era habitual, aunque siendo optimistas si actuamos todos juntos “podemos” modificar su rumbo. Habría que traer una nueva revolución y un re-nacimiento de cambio radical. Es necesario cambiar los valores y la ética donde prevalezca el ser humano por encima de los intereses económicos.
Hay que despeñar al “monstruo de las galletas” que solo piensa en comer todo lo que encuentra a su paso, pero los demás también tenemos la necesidad de alimentarnos. Pero hay que evitar que esta situación se quede como estaba, porque seguro que nos dejará incluso más abajo donde los derechos de los ciudadanos quedarían arrojados en el olvido. Hay que eliminar nuestra cara de “bobos beatíficos” en espera de la providencia. No queremos que esta radiografía pase a la posteridad ¡Sí se puede!
El problema fundamental es la avaricia y el desprecio de unos pocos que están poniendo en jaque el modelo que ha producido cierta calma social, aunque solo fuera en apariencia. Durante las últimas décadas hemos vivido de las migajas y lo poco que se caía entre los dedos de unas manos enormes, huesudas, rebosantes de riqueza y que dejaban resbalar una pequeña cantidad del peculio entre sus ranuras. Esto nos complacía y esta realidad espuria nos hacía pensar que todos éramos iguales. Pero ¿Cuál es la situación actualmente? Por el parecido recuerda a los bacanales de las fiestas romanas que después de saciarse los comensales y de vomitar repetidamente todo lo que engullían como un Bárcenas, completaban el festín tomando drogas alucinógenas como la amanita muscaria. Cada tribuno tenía a su lado su propio esclavo que esperaba a que su patrón tuviera ganas de mear y recibir así, en la boca del esclavo, los restos de alucinógenos eliminados por la orina, lo que complacía con gran satisfacción al pobre sirviente.
Por tanto, los esclavos también se “drogaban” con los hongos psilocibios, de esta forma existía la ficción de  que estaban compartiendo experiencias al mismo nivel que su amo. Pero esto ¡Se acabó! Esta caridad estaba llegando muy lejos. La creencia de que “todos éramos iguales” irritó profundamente a los “señoritos” y tomaron la determinación de que ¡Nada les pertenecía a la plebe! Todo era de ellos, incluidas nuestras vidas y por supuesto su propia orina que preferían tirarla a un “pozo negro” antes que se la bebieran sus vasallos.
La historia se repite y el “tribuno” de nuestros días nos está diciendo permanentemente que ¡Se acabó la fiesta! Que volvamos a nuestro sino y a nuestro destino que es ser un “siervo de la gleba”. Sin embargo, cansados de tantos y tantos años, no queremos la esclavitud, la sumisión y el trabajo esclavo. La trampa y el engaño es hacernos ver que las “cosas son como son” porque no pueden ser de otra manera y que todo sigue igual.
En un estudio reciente del BBVA la gente estaría dispuesta a cualquier cosa por un empleo. El hambre de trabajo de los parados españoles se confirma cuándo analizamos los sacrificios que estos estarían dispuestos a hacer para conseguir un puesto de trabajo. Los más significativos son los siguientes:
- El 77 % aceptaría un trabajo aunque fuese con un contrato de corta duración.
- El 76 % aceptaría un trabajo que no esté relacionado con su formación.
- El 74 % estaría dispuesto a formarse en otro oficio o profesión.
- El 69 % se adaptaría a cualquier horario que le ofrecieran.
- El 63 % rebajaría sus expectativas con respecto al salario.
- El 56 % estaría dispuesto a cambiar de pueblo o ciudad.
 Pues sí, parece que estamos ante la nueva esclavitud del siglo XXI. Los seres humanos al servicio del Capital. Generaciones enteras de jóvenes despeñadas por el barranco del olvido, pero ¡Ojo! En las sociedades modernas y complejas hay poca estabilidad y todo puede cambiar.
Me dirijo a todos vosotros, a los mezquinos, los usureros ¡Tened cuidado de no tropezar con los cables! Los hay  Redondos y cerrados. Espirales y abiertos. De acero y carbono. Muy resistentes. Puede ocurrir que en una Sociedad Líquida como la nuestra, no haya nada permanente y estos cables pueden modificar y cambiar las estructuras.
El problema es que las escasas estructuras sólidas que quedan ya están en descomposición. Si no cambiamos de rumbo, este planeta explosionará hacía dentro y todos nosotros caeremos directamente por el desagüe.   

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