Aunque
no soy aficionado al esoterismo si he comprobado, a lo largo de mi vida, que el
número 28 ha sido un guarismo que me ha reportado algunas alegrías, pocas, pero
al fin y al cabo algo de suerte que no me ha venido nada mal.
Hoy,
día 28 me he levantado de la cama con el ánimo muy exaltado y el presentimiento
de que iba a ocurrir algo especial y bueno para mí.
Sin
embargo, el número cabalístico por antonomasia es el 7: los 7 pecados
capitales, los 7 sacramentos, las 7 plagas, 7 notas musicales, 7 días de la
semana, los 7 chacras, etc. Sin embargo, el número 28 también está relacionado
con el 7 con la mencionada suma cabalística que implica el número 28:
1+2+3+4+5+6+7 = 28. Por tanto, el número 7 contiene potencialmente el 28. Es
cierto que los números no son invenciones de la inteligencia consciente sino
del inconsciente, aunque en la astrología china el 7 y el 28 son números activos
y muy propicios.
Hoy,
día 28 tengo que acudir a una entrevista personal de trabajo. El destino llama
a mi puerta y me estoy acicalando adecuadamente para aprovechar esta oportunidad,
que “curiosamente” hace el número 28 de las entrevistas que llevo después de un
año que estoy en el paro. Nunca había tenido un traje y gracias a mi vecina
Dña. Benita, una gran mujer, me había dejado uno oscuro de su difunto marido y
que según ella decía que lo había utilizado D. Manuel, su extinto, para las
grandes ocasiones, me traería suerte. Para completar mi aliño busqué el viejo
sombrero de mi padre tipo “Fedora”, lo encajé con cierta dificultad en mi
perímetro craneal y me miré por última vez en el espejo. Me reconocí como un distinguido y refinado “señorito” de
ciudad. Esto me dio ánimos para afrontar la entrevista de una gran empresa
multinacional. Aumentó mi confianza y pensaba que todo este esfuerzo serviría
para dar una mejor imagen, además de mis tres carreras y cinco Masters en EE.UU.,
Inglaterra y Australia.
Bajé
con firmeza y seguridad las escaleras de mi casa y al salir al portal comprobé
que estaba lloviendo a cántaros. La vecina del bajo, Dña. Rafaela, que siempre
estaba asomada a la mirilla para ayudar al “prójimo” y como buena samaritana me
ofreció un paraguas para que la lluvia no estropeara mi magnífico traje. Apreté
fuertemente la carpeta donde llevaba el currículo y abrí el paraguas. A los
pocos pasos, por la acera, pasó a mi lado un gran autobús con tan mala fortuna
que pisó un gran charco que me volcó toda el agua de una zanja en mi impoluto
traje. Juré en arameo maldiciendo mi mala suerte. Pero, en estas condiciones ¡No
podía ir a la entrevista! me sacudí el agua y comprendí que no tenía otra
posibilidad que ir de esta guisa a la cita.

Empecé
a correr pensado que así me mojaría menos y al cruzar una calle noté un fuerte
impacto con una moto que no había visto, salí volando al menos 10 metros y caí
sobre el adoquín de la acera que me abrió una brecha en la cabeza. Me dieron “algo
más de 20 puntos” (creo que fueron 28).
Menos
mal que había salido de mi casa una hora y media antes de la entrevista y me
dio tiempo a visitar la casa de socorro. La motorista me acompañó muy
galantemente y durante el trayecto le pregunté desde cuando tenía el carnet de
moto, me respondió que “aún no hacía un mes” (aproximadamente 28 días) ¡Que
mala suerte!
Con
la cabeza liada con un turbante blanco de gran volumen y manchado con restos de
sangre, marché para la empresa que me iba a dar un trabajo. Mi aspecto era
patético ya que el sombrero Fedora se me quedaba pequeño e impidió que me
tapara todo este desaguisado.
Aún
faltaba media hora para llegar a tiempo a la cita. Caminé lentamente con la
preocupación de no sufrir otro accidente, hasta que me encontré a un compañero
de la Facultad que me dijo: ¿Dónde vas “alelao” con esa pinta? A una entrevista
de trabajo. ¡Coño! ¿No será a MONEYLIFE CORPORATION? Pues sí y tú ¿Cómo lo
sabes? Porque yo voy allí también; Pero ¿Te vas a presentar con esa facha? ¡Ya
me dirás! Acabo de tener un accidente con una moto. Pues yo que tú me ponía el
casco de la moto para disimular esa venda ¡Estás ridículo! Puedes decir al
tribunal que no te ha dado tiempo a quitártelo o que se te ha encajado y no te
lo puedes sacar. Como yo no tenía casco, mi “agradable” compañero me prestó el
suyo ayudándome a ponérmelo. Me estaba muy estrecho pero él, para ayudarme, apretó
con fuerza y lo ajustó muy bien ¡Ya está! Así tienes mejor aspecto.
Llegamos
al Colegio de Administración de Empresas y al primero que llamaron fue a mí,
¡Mira que suerte! Entré al despacho muy azorado, y los seis miembros del tribunal
se quedaron muy extrañados al verme. Me invitaron a que me quitara el casco de
la moto que yo accedí educadamente. En ese momento sentí una gran presión en la
cabeza, intenté tirar de él forcejando, pero el casco se resistía a salir. Fue tan
fuerte la presión que al parecer saltaron varios puntos de mi cuero cabelludo y
empecé a sangrar profusamente. La sangre salía a borbotones por los lados
inferiores del casco y en pocos segundos empezó a salir como un escopetazo, se
manchó la mesa y a todos los miembros del tribunal. Cuando vi las caras de asco
que ponían me mareé y caí al suelo a plomo, el golpe en la tarima fue
ensordecedor. El presidente, secretario y dos vocales cayeron hacia la mesa ocupada
con charcos de sangre y perdieron también el conocimiento.
A
los pocos minutos había cinco ambulancias en la puerta del edificio y a alguien
se le ocurrió decir que había explotado una bomba en el Aula Magna. Todo el
personal del edificio salió despavorido tropezando unos con otros. La imagen
fue dantesca cuando empezaron a sacar los camilleros a los miembros del
tribunal manchados todos en sangre, los gritos y el pánico hizo que avisaran a
la Policía Nacional que junto a los Geos acordonaron todo el Edificio.
Cuando
me trasladaron a la ambulancia recuperé el conocimiento y mientras se alejaba
del gran edificio de la Administración de Empresas pude observar que en la
fachada había un gran número dorado, era el 28.
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