lunes, 14 de enero de 2013

MADINAT ILBIRA, DEL ATAÚD A LA CUNA (II)

Recuerdo que un día de verano, durante la hora de la siesta, estaba frente a un portón, de madera y clavos, era la casa de mi tía en Sierra Elvira. El zaguán daba acceso a un gran patio interior de tierra donde también estaban los corrales. Entré muy resuelto y de pronto,  me vi ante el umbral de una verja metálica que atravesé. Todo se oscureció de repente y me quedé, durante unos instantes, aturdido; a los pocos minutos, apareció ante mí una galería rectangular y profunda, el suelo era de albero y las paredes y el techo enlucidos con arena fina. Mi sorpresa  y desorientación fue tal que sentí un escalofrío que atravesó todo mi cuerpo. Sin embargo, apareció al fondo una luz dorada que iluminaba todo este túnel y que parecía marcar mi camino. Comencé a andar de forma muy decidida y sin miedo, aquella luz me daba seguridad y conforme caminaba me inundaba una sensación de calma y felicidad. Por más que avanzaba con paso firme y rápido hacia el final del corredor, este parecía alejarse cada vez más.  Pero, conforme marchaba en el camino, se incrementaba la alegría por alcanzar ese final desconocido y extraño. Un soplo de aire fresco me daba en la espalda y  me ayudaba a avanzar más deprisa.
De forma muy precipitada noté un fuerte impulso que me elevó casi por los aires y caí despeñado, a unos dos metros, hacia una gran plaza. La luz me cegó durante unos segundos y al abrir de nuevo los ojos comprobé que en ese lugar había un gran mercado, era una lonja con las características de otra época. Para mi sorpresa, las personas que estaban en él vestían con túnicas y mantos, ¡eran chilabas!, los hombres tenían turbantes y las mujeres el Hiyab. Era media tarde y la gente se iba retirando de la plaza para dirigirse a sus casas. De forma automática comencé a andar y pude sentir la túnica que me cubría el cuerpo, tenía en los pies unas sandalias de cuero marrón y pude comprobar que mi paso era firme. Caminé por una plaza rodeada de edificios muy grandes de diferentes colores: añil, verde esmeralda y blanco. Al llegar a la esquina de una calle se levantaba un edificio de tres plantas, majestuoso. Las balconadas con celosías de madera contrastaban con el blanco de la fachada. Cuando llegué a la puerta pude comprobar que el lujo que desprendía la casa no me era extraño ¡Era mi casa!, entré lentamente y comencé a subir unas escaleras blancas de mármol, noté una presencia y alcé mi vista, pude comprobar que había una mujer, las luces que entraban por los orificios de las celosías, los rayos de sol, iluminaban su rostro que estaba cubierto con un velo de color violeta claro con ribetes dorados. Solo destacaban sus ojos, grandes, de un color muy especial y con una mirada llena de ternura. Solo mirarla  me llenaba de seguridad, de paz y de mucho amor, era la mejor madre del mundo, siempre me escuchaba con mucha atención y encontraba la palabra adecuada que me daba mucho consuelo. No podía imaginar una vida sin ella, lo envolvía todo, siempre estaba alegre cuando estaba conmigo, aunque conocía que su vida era muy triste con mi padre. Por este motivo, tenía grandes trifulcas con él. Yo no soportaba que depreciara a mi madre, tu trato hacia ella era muy vejatorio. Aunque mi padre era muy robusto y grande y yo un adolescente, mi cuerpo había crecido lo suficiente como para plantarle cara, a pesar de su mal carácter.  
De pronto, una voz muy suave me llamó y me dijo:
- “Amîr”
- ¿Qué quieres madre?
- Vamos, ven, que ya es tarde y tu padre nos espera para comer

Me acerqué a ella y me abrazó con delicadeza. Desprendía un olor muy especial, entre azahar y almizcle. Su cara, aunque estaba cubierta con el velo, le resaltaba aún más el color topacio de sus ojos. Sin duda era la mujer más bella de Ilbira. Mi amor por ella sobrepasaba cualquier otro sentimiento y mi temor a perderla me sobresaltaba cada día. De pronto, observé con pavor como mi padre se abalanzaba hacía nosotros con una daga monstruosa en la mano derecha. Lanzaba improperios e insultos de todo tipo contra mi madre, le reprochaba haber salido de casa, incluso le acusaba de estar con otro hombre. Estaba desquiciado, enloquecido, con la cara enrojecida y marcada con las venas ingurgitadas, parecía que iba a reventar en cualquier momento  En menos de un segundo vi correr la sangre de mi madre, brotaba con fuerza y pulsada mente en su cuello. Sentí un dolor inmenso  y comencé a gritar acusándolo de asesino. El cuerpo de mi madre cayó desplomado sobre el suelo ¡Estaba muerta! ¡La había matado! Me abalancé hacia él, estaba sorprendido después de haberla degollado, miraba el cuerpo inerte de mi madre y forcejeé hasta quitarle la daga, se la clavé con violencia en su pecho. Me miró con cara de sorpresa y en pocos segundos murió.
Una mujer anciana que estaba mirando la horrible escena, me llamó con una voz desesperada y me instó a que huyera de la casa. Dominado por el terror, salí corriendo, como un loco, sin una dirección concreta. Mi angustia y mi llanto aumentaban conforme me alejaba de la casa, en ese momento grité con fuerza:

- Por favor, ¡Sácame de aquí! ¡Sácame de aquí! ¡Por favor!
- ¡Tranquilo, tranquilo, relájate! Que pronto estarás en casa

A los pocos minutos y después de una respiración muy agitada, recuperé la normalidad. Respiré tranquilo al comprobar que todo fue un sueño, aunque fue un sueño en vigilia ya que viví esta historia con plena consciencia y realidad de todo lo acontecido. Lo llaman experiencia hipnótica o “regresión”, es decir, un viaje al pasado, a otras vidas. Es evidente que la regresión hipnótica no tiene ninguna evidencia con base científica, se recuerdan otras vidas a través de la hipnosis. Sin embargo, la relajación profunda que provoca puede conectar la información almacenada en el subconsciente con el exterior, ¿Cómo y porqué se produce este fenómeno? No lo sé, pero tampoco me importa ¡Da igual! Hay casos de regresiones que pueden resolver conflictos emocionales, ansiedad, estrés, duelos, etc. y, en otras ocasiones, como puede ser mi caso, fue una experiencia única. Las regresiones a otras vidas pasadas pueden enriquecer una vida aburrida y, además, puede ser una reproducción “fiel” de unos hechos pasados que no se recuerdan, bien por el paso del tiempo o por una amnesia transitoria. De todas formas nadie me puede negar que sean una experiencia excepcional.

MEDINA ELVIRA

No hay comentarios:

Publicar un comentario