lunes, 21 de enero de 2013

OTRAS REALIDADES, EL PRANAYAMA


A lo largo de la vida no tuve grandes crisis personales -que ya es un milagro-, siempre aceptamos con optimismo los acontecimientos amargos de nuestra existencia con mucho positividad y energía. Todo era más fácil, especialmente por esa luz dorada que me acompañó siempre, así como, por los dos angelitos de compañía que constantemente estaban riendo. Me sorprendía como había gente que vivía inmersa en sus miedos y con un deseo de vivir, como Shrek, en el lodo de la desgracia. Ese sentido siniestro de la vida transformaba toda la existencia en un “coro trágico” como sucedía en la casa de Bernarda Alba, en Bodas de sangre o en Yerma, todo junto, a la vez, como en las grandes representaciones teatrales de las tragedias griegas. Desgarros a flor de piel y borbotones de sangre manando de la fuente de los lacrimales confirmaban el viejo aforismo de “llorarás lágrimas de sangre”.

Pero para mí todo era un juego, un entretenimiento, una forma de mejorar la vida. Por este motivo me introduje en lo que podríamos llamar la “espiritualidad”. Desde la sociología indague en otras culturas y en distintas formas de trascendencia. Recordé la historia del Pranayama, “la respiración que cura”, una técnica oriental milenaria para equilibrar la mente. La introducción en este mundo desconocido, comenzó, como no podía ser de otra manera, desde un acercamiento reflexivo y crítico racionalista. No me paré ante ciertas líneas rojas, las traspasé.

Nunca me he cerrado a otras corrientes, incluso a las que, aparentemente, no eran“científicas” o estaban fuera de la “Academia Oficial”. ¡Siempre fui muy heterodoxo! Especialmente cuando conocí los intereses que hay detrás de la“Industria de la vida”. Todo es objeto de mercancía, la vida, la muerte, la pobreza, ¡Todo!, ¡Absolutamente todo! La avaricia del modelo capitalista nos ha llevado a la situación que estamos padeciendo ahora, una crisis de humanidad. La Economía sin Fronteras, está doblegando al mundo, hasta transformarlo en esclavo y la fármaco industria, nos medicaliza hasta la neurosis y el espasmos. Modifican parámetros a fin de aumentar los objetos diana, su ideal es que todos estemos enfermos o pre-enfermos. Nuestra vida será más feliz si nos cuidamos, y ¿Cómo? Tomando sus píldoras de la felicidad. ¡Vaya mundo! ¿Por qué no nos dejan vivir en paz? Sin complejos, sin miedos, sin coacciones, ¡Que nos dejen respirar en paz! ¡Qué decidamos libremente lo que más nos conviene! Sin tutelas interesadas solo en hacer caja.

Por estos motivos propongo activar las prácticas médicas tradicionales orientales que, son menos dañinas y más baratas, aunque con todas nuestras cautelas. Proceden de una cultura milenaria y porqué no hablar de las teorías del Yin-Yang. El Yin es la energía negativa y el Yang, la positiva, según la medicina tradicional china la enfermedad surge cuando se altera el flujo del Chi. El concepto del Chi o de la energía vital, regula el equilibrio espiritual, emocional, el mental y el físico, aunque tiene pocos anclajes en nuestra cultura científica occidental. Es obvio que estos principios son difícilmente asimilables por nuestra civilización, pero, de forma muy resumida, son siete los principales métodos de tratamiento: La Tui Na o Tuina; la acupuntura; la Moxibustión; la Ventosaterapia; fitoterapia china; dietética y Prácticas físicas (Chi Kung, Tai Chi Chuan y otras artes marciales). La Meditación y la Respiración, son una parte importante de todas estas técnicas.

Raimon Panikar, en 1996, publicó en Siruela el libro El silencio del Buddha. Una introducción al ateísmo religioso, se trataba de explicar que las estatuas del Buddha, con esa actitud de serenidad, apacibles, sonrientes y con una mirada, que ven sin mirar, ayudan a entrever que cualquier pregunta puede no tener sentido. El Buddha no solo calla, sino que acalla cualquier ansia y perplejidad. El hecho de descubrir la irremediable contingencia, la finitud, la impermanencia, conduce a la vacuidad más completa, esto es, el nirvana. El objetivo es producir una mayor felicidad.

He viajado por algunos lugares de la conciencia y he podido comprobar lo débil que es el ser humano. La búsqueda, a veces, compulsiva de la felicidad manifiesta lo frágiles que somos, especialmente, ante alguien que nos hace promesas inalcanzables, probablemente porque no existen en este mundo y, quizás, tampoco en el otro si es que lo hay. Debo resaltar que he encontrado, en diferentes grupos que he indagado, una gran mayoría de problemas psicológicos, incluso algunos psiquiátricos. Lo peor, los llamados “guías espirituales”, solo muy pocos son gente sensata, con los pies en la tierra, pero la gran mayoría están para llevar un cencerro. Este mundo, ligado, de alguna manera, al esoterismo, posee un porcentaje muy elevado de embaucadores, farsantes y mentirosos. Cuando inicié este viaje, que empezó en el mundo de la fitoterapia, donde también hay una fauna muy particular, una de mis premisas era que los milagros no existen y que no hay seres divinos, etéreos, que van alcanzando niveles superiores de espiritualidad, hasta que explotan como un globo de gas y desparecen en el nirvana.

Una de las enseñanzas de Buda fue precisamente que, aunque un guía podía ser necesario, sin embargo, el mejor guía que uno podía tener era él mismo, todos llevamos un Buda dentro. Además, no había que dar las cosas por dadas, había que dudar de todo, reflexionar continuamente hasta que nos convenza aquello que estamos buscando, ¡No está mal!

A continuación, las historias que voy contar lo haré desde el humor, el respeto y la compasión, que no se interprete como una mofa de las creencias de otros y sí como un mecanismo personal de coping ante situaciones verdaderamente cómicas e, incluso, dramáticas.

Durante algunos años, disfrutaba introduciéndome en lugares insólitos, diría más, de destierro, con gente “rara”. Era un mundo de sorpresas continuas y que me atraía con un morbo transgresor. A pesar de todo, he intentado aprender algo nuevo, siempre es posible, incluso en las tinieblas. La historia que voy a contar a continuación tuvo lugar en Torre Molinos (Málaga), una zona de playa donde hay un gran número de extranjeros de muchas nacionalidades y, además, con un gran poder adquisitivo. Recuerdo un caso triste de un charlatán desaprensivo, decía curar el cáncer con un cuarzo espectacular, este lo hacía pasar varias veces por la zona afectada, en este caso era un cáncer de pulmón, y con una letanía indescifrable que hacía coincidir, a la vez, con un movimiento circular de ambos ojos, algo parecido a la folklórica Marujita Díaz, verlo en ella daba risa, pero este tipo, que ponía cara de poseído y loco, “acojonaba”. Era conmovedor ver al enfermo con una expresión de felicidad y alegría que me provocó un gran desasosiego y ternura.

En otra ocasión y a través de una amiga común de curaciones reikinianas y místicas, fuimos a visitar a una Guía Espiritual. Era una mujer extranjera, madura y, según decían sus acólitos, con un canal supremo y abierto a la espiritualidad. Los chacras estaban unidos a un nivel de nirvana, ¡Vamos, un canal de luz que podría cegarnos! Al entrar en su casa, me sorprendió el gran número de personas, sentadas en hileras de sillas a todo lo largo de un pasillo y de un gran salón. ¡Qué poder de convocatoria! ¡Sí, debería ser un espíritu libre! Nosotros nos ubicamos al final, ya que no quedaban asientos libres y todos esperaban, con gran impaciencia, la entrada “triunfal” de un haz de luz de “Guía”. Pasó mucho tiempo y todo el mundo se intranquilizó. De pronto, se oyó abrirse una puerta, todas las cabezas se giraron e inclinaron para ver a la aparecida. Al fondo, vestida de un blanco impoluto, con una cabellera blanca como la nieve, surgió la señora, la expectación era máxima, sus pasos eran lentos y parecía levitar sobre el suelo. Cuando llegó al salón, donde estábamos nosotros, inesperadamente clavó su mirada sobre la mía, me sentí extraño ¡Se había fijado en mí! ¿Por qué? ¿Sería un espíritu libre como ella? Yo la sonreí y de pronto, dio un giro brusco de 180 grados y volvió por donde vino con pasos acelerados. Todos nos quedamos sorprendidos y yo muy “mosqueado”. Sin embargo, la gana de guasa y cachondeo que me produjo, soliviantó a mis acompañantes. Mi compañera me preguntó con cara de preocupación ¿Pero, que le has dicho? Nada, creo que soy uno de los suyos. Pasó mucho tiempo, se oyó en dos ocasiones el ruido de la cadena del wáter y pensé, ha tenido un apretón con despeño diarreico, parece que los espíritus también hacen de vientre. Al cabo de un buen rato, volvió a salir y se dirigió directamente hacia mí, ¡Qué curioso, con tanta gente y se fija en mí! Yo no había hecho nada pero me preocupé. Casi siempre meto la pata sin querer, pero, en esta ocasión, la culpa no era mía. La guía espiritual se me acercó con los brazos en alto y pensé lo peor: Adiós, va a decir lo que mi padre cuando se cabreaba conmigo que ponía los brazos en cruz ¡Baja Pedro! Pedro, era el cabeza visible, el discípulo de Cristo, el santo, el que lo negó tres veces ¡Pero no! Esa luz blanca, con una voz muy dulce, me dijo que no podía estar a mi lado, que debería irme de su casa, que yo había tenido millones de vidas y que mi influencia era negativa para ella. Pensé ¡Otra vez! ¡Ves como la culpa era mía! ¿Qué significa que he tenido millones de vidas? ¿Por qué me ha tocado a mí? si soy una buena persona. Creo que el motivo de echarme de su casa fue, probablemente, por la cara de guasa que tenía cuando me miró. Pero esta es mi cara habitual, alegre, divertida, me gusta ser ameno y no me tomo la vida a la tremenda. En fin, ¡Que le vamos hacer! ¡Hay gente pa tó! “aunque tengas un gran canal de amor y de felicidad no te libras de lo terrenal”.

Recuerdo que en un retiro de meditación me sucedió algo extraordinario, incluso, hoy día, me estremece. Fue la primera reunión con el grupo “Rayo Dorado”, tuve ciertas reservas ya que el nombrecito se las traía, me hacía sospechar una secta ¿Me abducirían? ¿Quedaría atrapado en el tiempo y ya no podría salir de él? Sin embargo, conocía a mucha gente, a buenas personas, enfermeras del hospital, un médico naturista y otras compañeras de trabajo que llevaban algunos años con ellos y nunca les había pasado nada. Tenían un buen rollo y les gustaba dar muchos abrazos, lo que no me desagradaba, especialmente porque mi “rayo dorado” también era aficionada a transmitir buena energía a través del contacto físico. Debo reconocer que siempre había un clima muy positivo, el ambiente era de paz y tranquilidad, tomábamos exquisitas infusiones de Sambhu, gran gurú del rayo dorado y que nunca vi, a pesar de mis continuados intentos por conocerlo.

Después de cada meditación, formábamos un círculo y todos nos contábamos las experiencias vividas. Cuando llegó mi turno me mostré muy afligido, era incapaz de articular palabras, titubeaba y me avergonzaba contar lo que me había pasado. Todos me animaron, decían que durante la primera vez no se producían grandes experiencias, pero cualquiera, por pequeña que fuera, era importante y la debía de compartir. Me sentí más animado y comencé la exposición: Cuando estaba muy relajado, la mente se me quedó en blanco, sentí que mi cuerpo no era mío y que, de pronto, comenzaron a abrirse una especie de tapones circulares brillantes como el metal, de unos siete centímetros de diámetro. Empezó por la coronilla, la primera tapa se abrió espontáneamente en el sentido contrario a las agujas del reloj. Empezó a salir un chorro de vapor de un color oscuro, como una nube negra y que poco a poco se fue transformando en humo blanco, muy blanco hasta que dejó de salir. A continuación, sucedió igual con el siguiente tapón de la frente, de nuevo se abrió y manó un gas violeta oscuro, hasta que tuvo un color muy puro. El siguiente, en la garganta con un color azul intenso. El sistema siempre era el mismo, se abría la tapa y salía ese vapor o gas hasta que se estabilizaba. En el pecho, en el abdomen y en la parte inferior del vientre, que tenía un color rojo oscuro. Conforme se iban vaciando cada orificio, la tapadera volvía a cerrarse espontáneamente y esta vez girando en el sentido de las agujas del reloj. Durante todo este proceso me sentía cada vez más cómodo y feliz. Una vez cerrados todos los orificios mi cuerpo éste cambió, se transformó en un ente etéreo, como un fluido muy volátil y que me podía desplazar, a gran velocidad, donde yo quisiera. En ese momento, me encontré en mi barrio, iba entrando en las casas y observando a la gente que vivía allí. Igual entraba que salía, a gran velocidad, sin embargo, podía reconocer a todas las personas que había en cada hogar. Entonces, entré en mi casa, donde nací, la reconocí enseguida, las habitaciones, el salón, la cocina y, de pronto, vi a mi padre pero muy joven y también a la que sería mi madre hacía muchos años, en ese momento y muy aturdido, ese gas o fluido que yo era entró como un tiro de escopeta en el vientre de mi madre. En ese momento, desperté de la ensoñación y con cara de extrañeza, no reconocía a la gente que había a mí alrededor, después de unos minutos volví a la realidad, ¿Qué me había pasado? ¿Había estado meditando?

Cuando acabé con la narración de mi experiencia, las caras de las personas que me escuchaban eran un poema: de extrañeza, de miedo, de alegría, con expresiones de risa boba, pero sobre todo ¡La cara del guía! ¡Me impresionó! No sabía si iba a echarse a llorar o a reír de alegría. Me dijo que era un privilegiado de la vida, que era un honor estar conmigo, que muchos gurús habían intentado, años y años durante toda su vida, tener una “limpieza kármica” tan hermosa como la mía y que nunca lo consiguieron. Además, tuve una ¡Una regresión espontánea! ¡Qué suerte! Todos me felicitaban y yo me sentía el rey del mambo. A los pocos días de lo sucedido, reflexioné detenidamente y llegue a la conclusión que la meditación me había provocado un “chute” de endorfinas. Las encefalinas me habían provocado una distorsión de la realidad tan importante que ya no se volvió a repetir nunca más.

En otra ocasión, viajamos a Córdoba, en un paraje natural magnífico donde nos reunimos de nuevo con el grupo el “Rayo Dorado”. En este retiro hicimos otros ejercicios, uno de ellos y muy importante, fue el de la respiración, concretamente el Pranayama. Desconocía que era y como iba a desarrollarse. Entre los asistentes había toda una colección de modelos, especialmente en chicas, con unos monos de diseño blancos, estaban guapísimas, así como los chicos que iban enfundados en pijamas y trajes blancos. Ante esta colección de gente guapa, yo me sentía como un pulpo en un garaje, no tenía nada blanco, bueno sí, quizás los calzoncillos, pero no era cuestión de quitarme los pantalones. Me sentía raro y extraño con esta gente a mí alrededor y, por primera vez, me arrepentí de haber viajado con ellos. Pero comenzó el espectáculo. Durante las meditaciones, había que respetar el silencio para una mayor concentración, sin embargo, una mocita rubia, alta, guapa y con un tipo que quitaba el hipo, comenzó a respirar expeliendo jadeos, cada vez más continuos y rápidos. Me despertó de mi letargo y molesto pensé, “ésta lo que quiere es entrar en alcalosis respiratoria y pillar un cocolón de aúpa”. Poco a poco, se fue contagiando al resto de las mujeres. Es curioso como los pocos hombres que estábamos allí, no emitíamos ningún sonido gutural, solo las mirábamos con atención. En unos minutos, toda la sala era un espasmo de jadeos, se entabló una pugna para ver quién lo hacía más fuerte y rápido. Cuando finalizó el espectáculo, volvimos al silencio que nunca teníamos que haber roto, hasta el próximo descanso. En este receso, aún sorprendido y molesto, me dediqué a correr la voz, como una pequeña venganza, de que todos los chicos estábamos “muy empalmados”, imaginando que las chicas estaban en una orgía. No pudimos levantarnos hasta pasados quince minutos debido a la dilatación eréctil y hasta que volviera a la normalidad. Estos comentarios llegaron al guía y al comenzar la siguiente sesión, prohibió tajantemente que se volviera a repetir y que cada una respirara “padentro”, sin hacer ruido, ya que desconcentraban a otras personas, ¡Al fin la tranquilidad! Aunque creo que me hubiera gustado mucho que la escena, que pasó por mi cabeza, fuera real. ¡Qué buen retiro pranayama! Cuando mi amiga se enteró que había sido yo el responsable del bulo de la noticia, me dijo lacónicamente ¡Pepe, eres un hijo de la gran puta! Le respondí: Mi querida amiga, éste retiro no lo olvidarás nunca en toda tu vida y, como bien sabes, estas son otras realidades y todos estamos conectados en el pranayama.





1 comentario:

  1. Querido Pepe, grandísimas aventuras. Entre las de dentro y las de fuera de ti, este blog tuyo, tan tuyo, me llama.

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