El
neurólogo inglés Oliver Sacks, autor de varios libros sobre sus pacientes y que
algunos de ellos fueron pasados a la gran pantalla como despertares o a primera
vista, describe toda una serie de trastornos con un sentido tan peculiar que ha
revolucionado la tradicional medicina occidental.
Celebrando
su aniversario, el pasado 13 de julio, ha publicado un artículo en el PAÍS
titulado “al cumplir los 80”, donde
reivindica la vejez como una época de ocio y libertad, rechazando el “viejo”
estereotipo de que es una etapa de la vida cada vez más penosa.
Sacks,
tiene una forma original de interpretar la realidad. Resalta que las marcas de
la decadencia, debido a la edad, son más aparentes; que las reacciones se
vuelven más lentas; que se olvidan o se “escapan” muchos nombres; que hay que
administrar mejor la falta de energía o el miedo a la demencia y al infarto.
Sin embargo, señala que durante este periodo de la vida uno es más consciente
de que todo es pasajero en este mundo y, también afirma que, se es más consciente de la belleza y
que la mirada es mucho más amplia.
Pero,
a pesar de los 80 años de edad, Oliver como Freud, dice que la libertad de amar
y de trabajar es una ampliación de la vida que aumenta la perspectiva mental.
No hay edad para completar la vida. Siempre hay razones para alegrarse de que
uno está vivo. Además resalta que una de las ventajas de haber vivido muchos
años es que da tiempo a ver muchos triunfos y tragedias; ascensos y declives;
revoluciones y guerras; grandes logros y profundas ambigüedades; el surgir
grandes teorías y verlas como se derriban. Por todas estas razones, uno queda
liberado de las urgencias que son artificiosas de los días pasados y surge la
libertad. Libertad para explorar lo que deseamos y para unir los pensamientos y
las emociones de toda la vida.
Una
de las influencias más significativas de Sacks, fue la de su padre que vivió 94
años y en alguna ocasión, le dijo que sus 80 años habían sido una de las
décadas en las que más había disfrutado en su vida, cuenta además que le dio
una gran experiencia vital. Empezaba a sentir la vida no como un “encogimiento”
sino una ampliación de miras que antes no había sentido. Decía que es importante,
cuando se tiene una vida plena, ya que se está más preparado para hacer el
último viaje.
Sin
embargo, también se puede aprender de experiencias no ajenas y contrarias, como
por ejemplo en mi caso, mi padre también murió a los 94 años, pero cuando se
jubiló a los 65, se sentó en un sillón y sentenció: “Ahora solo queda esperar a morirse” y ¡Así fue! Con esta filosofía
de la vida y su actitud peculiar nos hizo sufrir a más de uno, pero el problema
es que desperdició casi la tercera parte de su vida. Espero que a mí no me
ocurra nunca.
Como
no conocemos el tiempo que vamos a estar en este mundo, véase el caso de mi desdichado
progenitor que vivió 94 años y se enterró en vida, sin ninguna razón aparente, a
los 65, lo cual no es un buen ejemplo, ni una buena opción. Seguro que este
caso, tan “extraño”, sería fuente de inspiración para que el famoso neurólogo Oliver
Sacks lo estudiara e, incluso, lo publicara en un libro.
Por
este motivo, es muy importante tener pocas ideas pero muy claras, sabemos lo
que es la “impermanencia” de las cosas. En este mundo todo es “pasajero”, lo
cual hay que tener presente en cada instante de nuestra vida, sea más o menos
larga. Hay vidas muy cortas pero intensas y otras muy largas que se pueden
transformar en un calvario. Existe la percepción de que nada es eterno, aunque
cuando uno es joven si lo parezca.
Ser
“consciente” es una garantía de que nuestra vida será más gozosa y placentera. Sin
embargo, no hay que esperar hasta los 80 años para pensar que la vida es una
etapa de ocio y libertad, esta creencia hay que ejercerla desde el minuto uno
del partido. Es cierto que, con la edad, uno es más consciente de la belleza
que le rodea, pero si nos ejercitamos desde jóvenes en ser más reflexivos y,
por qué no, más críticos, disfrutaremos mucho más y antes con toda nuestra realidad.
Además, tendremos toda la vida disponible para comprender y entender, si
podemos, este mundo, así alcanzaremos una mirada más amplia y reposada sobre lo
que realmente es importante o no. Podremos saborear mejor los éxitos y los
fracasos, pero ambas cosas también, sin darle un sentido trágico a la vida. Todo
es aprovechable, hay que reciclar hasta las basuras.
En
mi opinión, no hay que cumplir 80 años para alegrarse de que uno sigue vivo,
estoy seguro que a mi pobre padre le sobraron, al menos, tres décadas y es
inútil quejarse a la vejez viruelas
de que se ha perdido mucho tiempo, ¡Aprovéchalo! Y piensa que para morirse
siempre hay tiempo. Anticipémonos al futuro, hay que colonizarlo, ya que nadie
nos garantiza la supervivencia, solo nosotros mismos.
Lo
más importante es ser “consciente” de cada instante, de cada segundo,
centrarnos y disfrutar con “las pequeñas
cosas” de nuestra vida cotidiana. La vida es incompatible con estar
adormecido o anestesiado. No debemos, ni podemos ser indolentes con la propia existencia,
ya habrá tiempo después de que alguien nos apague la luz.
En
definitiva, está en nuestras manos, hay que cambiar la tendencia de que cuando
se aprenden “algunas” cosas de esta vida, ya es demasiado tarde porque hay que
irse. Cuanto antes despertemos mejor para nosotros. ¡Qué pereza! No vamos a
esperar a los 80 años.
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