sábado, 6 de julio de 2013

“LA MANO NEGRA Y EL RELOJERO”

A Pablo Nieto
Uno de los recuerdos más tenebrosos de mi infancia fue “la mano negra”. La razón de tantas pesadillas se debe a la mala cabeza de mi padre que se empeñó en darme una educación religiosa que yo no quería. Era conocida, en plena dictadura, la diabólica intención que tenían los curas de los colegios religiosos para conseguir el objetivo de que “la letra con sangre entra” y que Francisco de Goya inmortalizó en un cuadro en el siglo XVIII. Hacía una crítica al sistema educativo de la época que mostraba una pequeña escuela en la que el maestro aparecía sentado con un perro a sus pies mientras azotaba a un alumno con el culo al aire. Otros dos acababan de recibir el castigo y los demás estaban asustados y muy aplicados haciendo sus deberes. En muchas ocasiones, la inquisición se quedaba corta ante las estrategias de los padres píos cuyas torturas psicológicas eran muy crueles con seres indefensos de nueve a once años. 

 
 

Una de las actividades más habituales, era llevarnos a la iglesia del colegio a no más de una clase de 20 a 30 alumnos, solo ocupábamos la primera fila de los bancos. La soledad del recinto y la oscuridad suponían un viaje hacia el cadalso. Solo algunas velas iluminaban, estratégicamente, algunas figuras espectrales que impresionaban más que una película de terror. El miedo calaba nuestros huesos y la escena era tan lúgubre que el frío recorría todo nuestro cuerpo.

Después de varios minutos de silencio, aparecía una sombra en el fondo del altar con una túnica negra o sotana, que apoyada en una voz de ultratumba, narraba algunas historias de un miedo aterrador. Las inflexiones de la voz no solo nos despertaban del letargo, sino que hacía que unos niños de nueve a once años nos abrazáramos por el pánico.

“Érase una vez un relojero” que recibió un encargo de un desconocido para que le hiciera un reloj.

- Vengo a encargarle un trabajo muy importante, seguro que es el más trascendente de toda su vida.

- Bien, usted dirá, ¿Qué desea?

- En solo quince días quiero que me haga un reloj, le pagaré todo lo que Vd. gana en dos años, pero lo más importante es que debe poner todo su empeño, ¡Toda su “alma”!

El pobre relojero quedó consternado ante una persona tan misteriosa, su fuerza y magnetismo era tal que no pudo articular palabra por lo que no pudo negarse. Al cabo de los quince días volvió a por el reloj, pero no lo reconoció, era ¡Un anciano!, ¿Cómo había podido envejecer en solo unos días? Se estremeció y con un pulso tembloroso se lo entregó. Pero al recibir el reloj se lo puso en el pecho y le dijo:

- “Acabas de perder tu alma”, tu alma ya es mía.

El relojero, muy nervioso, sonrió sin darle importancia. En este momento todos los relojes de la relojería marcaron las 12 pero observó que daban, no doce, sino trece campanadas. ¡Qué casualidad! El reloj de la iglesia comenzó a marcar también las campanadas y todos los  niños comenzamos a gritar. El miedo y la alarma del relojero fue tal que le suplicó al anciano que no jugara con las cosas del alma, entonces le dijo:

- Te propongo un nuevo trato, si me das tu sombra te devuelvo tu alma.

El relojero lo aceptó pensando que era un mal menor, sin embargo, cuando se despidieron y al darse la mano, comprobó que esta empezó  a cambiar de color, se le puso fría y pálida.

En los días siguientes, la sombra comenzó a cometer asesinatos en el pueblo y desesperado el relojero se cortó la mano. Sin embargo, esta siguió cometiendo crímenes, entonces abatido y desanimado se ahorcó, pero la mano que cada vez era más negra, velluda y con unas uñas monstruosas siguió haciendo de las suyas, pero en esta ocasión empezó a perseguir a los niños que no estaban en “gracia de Dios”. Si alguno de ellos tenía “tocamientos impuros” y caían en pecado mortal, la mano negra entraba por la ventana estrangulando al pecador, sin embargo, fuera la hora que fuera, si acudía a la confesión se salvaba de morir y de arder en el fuego eterno del infierno.

Recuerdo que mis compañeros y yo desconocíamos que quería decir con los tocamientos impuros, aún no habíamos despertado a la sana costumbre de la masturbación. Esta fue la última vez que pisé una iglesia, es un lugar tenebroso y aún me sigue dando miedo.  

 


1 comentario:

  1. Para tu información te dire que la mano negra "vive"en un aljibe. Eso dice mi nieto. Aún sigue la leyenda urbana!!!
    Me ha gustado. Un abrazo

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