A Pablo Nieto
Uno
de los recuerdos más tenebrosos de mi infancia fue “la mano negra”. La razón de
tantas pesadillas se debe a la mala cabeza de mi padre que se empeñó en darme
una educación religiosa que yo no quería. Era conocida, en plena dictadura, la diabólica
intención que tenían los curas de los colegios religiosos para conseguir el
objetivo de que “la letra con sangre
entra” y que
Francisco de Goya inmortalizó en un cuadro en el siglo XVIII. Hacía una crítica
al sistema educativo de la época que mostraba una pequeña escuela en la que el
maestro aparecía sentado con un perro a sus pies mientras azotaba a un alumno
con el culo al aire. Otros dos acababan de recibir el castigo y los demás estaban
asustados y muy aplicados haciendo sus deberes. En muchas ocasiones, la
inquisición se quedaba corta ante las estrategias de los padres píos cuyas
torturas psicológicas eran muy crueles con seres indefensos de nueve a once
años.
Una
de las actividades más habituales, era llevarnos a la iglesia del colegio a no
más de una clase de 20 a 30 alumnos, solo ocupábamos la primera fila de los bancos.
La soledad del recinto y la oscuridad suponían un viaje hacia el cadalso. Solo
algunas velas iluminaban, estratégicamente, algunas figuras espectrales que impresionaban
más que una película de terror. El miedo calaba nuestros huesos y la escena era
tan lúgubre que el frío recorría todo nuestro cuerpo.
Después
de varios minutos de silencio, aparecía una sombra en el fondo del altar con una
túnica negra o sotana, que apoyada en una voz de ultratumba, narraba algunas
historias de un miedo aterrador. Las inflexiones de la voz no solo nos
despertaban del letargo, sino que hacía que unos niños de nueve a once años nos
abrazáramos por el pánico.
“Érase una vez un relojero” que recibió un encargo de un
desconocido para que le hiciera un reloj.
-
Vengo a encargarle un trabajo muy importante, seguro que es el más trascendente
de toda su vida.
-
Bien, usted dirá, ¿Qué desea?
-
En solo quince días quiero que me haga un reloj, le pagaré todo lo que Vd. gana
en dos años, pero lo más importante es que debe poner todo su empeño, ¡Toda su “alma”!
El
pobre relojero quedó consternado ante una persona tan misteriosa, su fuerza y
magnetismo era tal que no pudo articular palabra por lo que no pudo negarse. Al
cabo de los quince días volvió a por el reloj, pero no lo reconoció, era ¡Un
anciano!, ¿Cómo había podido envejecer en solo unos días? Se estremeció y con
un pulso tembloroso se lo entregó. Pero al recibir el reloj se lo puso en el
pecho y le dijo:
-
“Acabas de perder tu alma”, tu alma ya es mía.
El
relojero, muy nervioso, sonrió sin darle importancia. En este momento todos los
relojes de la relojería marcaron las 12 pero observó que daban, no doce, sino trece
campanadas. ¡Qué casualidad! El reloj de la iglesia comenzó a marcar también
las campanadas y todos los niños comenzamos
a gritar. El miedo y la alarma del relojero fue tal que le suplicó al anciano
que no jugara con las cosas del alma, entonces le dijo:
-
Te propongo un nuevo trato, si me das tu sombra te devuelvo tu alma.
El
relojero lo aceptó pensando que era un mal menor, sin embargo, cuando se despidieron
y al darse la mano, comprobó que esta empezó
a cambiar de color, se le puso fría y pálida.
En
los días siguientes, la sombra comenzó a cometer asesinatos en el pueblo y
desesperado el relojero se cortó la mano. Sin embargo, esta siguió cometiendo
crímenes, entonces abatido y desanimado se ahorcó, pero la mano que cada vez
era más negra, velluda y con unas uñas monstruosas siguió haciendo de las suyas,
pero en esta ocasión empezó a perseguir a los niños que no estaban en “gracia
de Dios”. Si alguno de ellos tenía “tocamientos impuros” y caían en pecado
mortal, la mano negra entraba por la ventana estrangulando al pecador, sin
embargo, fuera la hora que fuera, si acudía a la confesión se salvaba de morir
y de arder en el fuego eterno del infierno.
Recuerdo
que mis compañeros y yo desconocíamos que quería decir con los tocamientos
impuros, aún no habíamos despertado a la sana costumbre de la masturbación.
Esta fue la última vez que pisé una iglesia, es un lugar tenebroso y aún me
sigue dando miedo.
Para tu información te dire que la mano negra "vive"en un aljibe. Eso dice mi nieto. Aún sigue la leyenda urbana!!!
ResponderEliminarMe ha gustado. Un abrazo