Con
la globalización económica a finales del siglo XX, creímos que íbamos a ser más
ricos e, incluso, que seríamos más felices. Pero no fue cierto, solo un
espejismo ¡Hay pocos oasis en el desierto! Este modelo, avanzado y dislocado,
del capitalismo sin frenos, nos ha conducido al gran pecado de la avaricia responsable
de una de las mayores crisis que ha conocido el mundo moderno. Nunca fuimos los
reyes del “mambo” y al despertar del sueño o de la pesadilla, comprobamos que
éramos los camareros de siempre, solo para servirles el té a los señoritos de toda
la vida, aunque ahora son más poderosos y más ricos que nunca. Con la crisis nos han despedido de la fiesta y
nuestros sueños quedaron secuestrados en un mundo que nunca fue para nosotros.
Todos
estos cambios nos han vuelto a la cruda realidad, la frustración y el fracaso
nos están haciendo más desconfiados y recelosos del mundo que nos rodea, pero los
verdaderos responsables de esta situación no son visibles para nosotros ¿Quiénes
son los poderes financieros? o ¿Los mercados? No tienen cara, ni cuerpo, ni
presencia, solo la de los que “representan”, unos cuantos “desgraciados” que
ejecutan su política con engaños.
Por
todo esto, no es extraño que Francisco -el papa- haya definido la realidad
actual como la “Globalización de la
indiferencia”. Mientras seamos indiferentes y permanezcamos en silencio,
ellos se seguirán frotando las manos. Vivimos en un mundo donde, aparentemente,
estamos solos. Esta idea es tan antigua como la propia humanidad. Norbert Elias, analizó, con una sutileza
indescriptible, la creencia y la percepción de que el hombre vive solo, aislado
de la sociedad -Hommo Clausus- En estas circunstancias el individualismo toma
cuerpo y es la bandera del egoísmo personal que nos aleja, cada vez más, de los
demás.
Esta
situación nos priva de una comunicación interactiva, además de dificultar la
acción, lo que nos aísla y nos divide, sintiéndonos derrotados antes de
comenzar cualquier batalla. ¡No vivimos solos! Siempre estamos acompañados aunque
sea con nuestro otro yo, el que sufre, el que padece y disfruta con nuestra
compañía. Es urgente una infusión masiva e intravenosa de “cohesión social”, si
no cada vez nos debilitamos más. Hay que actuar con urgencia, pero también con
una estrategia a largo plazo, a fin de inmunizarnos y que esta “infección” no
se vuelva a repetir.
Pero,
ante esta grave enfermedad social ¿Hay soluciones de futuro? Creo que sí. Lo
primero es dejar de colocarle sanguijuelas al paciente para extraerle cada vez
más sangre ¡Basta ya! Que el enfermo se muere. A continuación, hay que priorizar
las pérdidas teniendo en cuenta que el “factor humano” tiene una plusvalía
mayor que la “prima de riesgo”. Esto, lógicamente “joderá” a los mercaderes de
Prusia, pero tenemos que adelantarnos al futuro. El mundo al que aspiramos es el
de una justicia social, universal y que la mayoría de los ciudadanos del mundo,
gocemos de esta vida en tránsito que, mientras no se demuestre lo contrario, es
la única que tenemos y que conocemos. Sin embargo, para los golfos, bárcenos,
listillos, gürteleños, ereandaluces y otros granujas que “no tienen estudios”,
los pondremos a trabajar en las vías del tren, pero en las vías muertas, en esas
que no se viajan a ninguna parte.
Como
estrategias prácticas y aplicables a todas las edades, destacaría la de los
niños. Pero ¿Cómo lo podríamos conseguir? Pues, para empezar, con mucho fútbol
y con buena música. Sorprendente ¿Verdad? ¡Pues sí! parece una tontería pero no
lo es. Estas son dos “industrias colectivizadas”, socializadoras de la acción
común y del esfuerzo. Estos dos simples modelos son “anti sistema” porque no
incitan a la pasividad y a la parálisis, tampoco a la indiferencia, que son el leitmotiv del capitalismo globalizado.
Vamos
a divertirnos con el futbol y con la música. Ambas actividades tienen mucho en
común ya que movilizan las ganas de trabajar en equipo, además de implicarnos
más como grupo. Tanto el futbol como la música, sea sinfónica, de cámara o,
simplemente un cantante moderno, necesitan todo un equipo de apoyo. No actúan
individualizada mente, no son nada egoístas y requieren, en primer lugar, un coordinador
-director de orquesta, entrenador- donde cada elemento del equipo realiza su
propia tarea pero sin olvidar el objetivo común, todos trabajan con un fin
colectivo y tienen la capacidad de enardecer al espectador, consiguen incluirnos
en su trabajo, en su equipo. ¿Por qué no aumentar la cohesión social mediante
actividades lúdicas y sociológicas de primera magnitud?
No
debemos olvidar que, el objetivo fundamental en esta vida, es pasarlo bien. Hay
que disfrutar con el “espectáculo de la vida”. En definitiva vivir mejor, sin agobios
ni sufrimiento. Y ¿Por qué no hacer que nuestra existencia sea placentera? La
vida sería más fácil, menos estresante. Pero ¡Claro! Hay que tener en cuenta
que esto tiene algunos efectos
colaterales, un metabolismo intermedio, un mecanismo de depuración de los
detritus nocivos que solo actúan en beneficio de unos pocos. ¡Hay que
eliminarlos! ¡Cueste lo que cueste! el bienestar común es la “Política”, todo
lo demás no es política, es otra cosa. Movilicemos todas las energías
disponibles con alegría, jugando y divirtiéndonos, por esta razón un buen
ejemplo es el futbol y la música. De esta forma eliminamos y desterramos la
indiferencia hacia el sufrimiento y el dolor ajeno. No queremos globalizar la
indiferencia, al contrario, nuestro grado de compromiso es muy fuerte, estamos
decididos firmemente a una mundialización del desarrollo y del bienestar. El
apoyo social y la responsabilidad de grupo nos harán más felices, no olvidemos
que cada uno de nosotros tiene un papel importante, nuestro objetivo en esta
vida es común y solidario. Desterremos de nuestras vidas la “Globalización de la indiferencia” y
¿Por qué no? Apoyemos más política, más futbol y más música, seguro que esta
acción comunitaria es el antibiótico natural para neutralizar las inercias de
los grandes estrategas y de los usureros del modelo economicista.
Que razón tienes!!! A los niñosy a los jovenes lo estamos educando,si a esto se le puede llamar educar ,en la crencia de que el mundo global es lo mejor. Pero si esto nos lleva a la indeferencia social y cultural, mejor hubiese sido no ser tan "globales"
ResponderEliminarUn abrazo