martes, 15 de octubre de 2013

“NO TENGO NADA QUE DECIR”


¿Cuánto tiempo hace que no nos vemos? Pues, básicamente no lo sé porque no le conozco. ¿Cómo, que no te acuerdas de mí? soy yo. Sí, sí, yo también soy yo y con eso ¿qué me quiere decir? Pues que la última vez que nos vimos, aunque no lo recuerdo muy bien, creo que habrán pasado  unos ocho años, ¿No es así? Le repito que no tengo nada que decir. Bien, déjate de bromas ¿Que has hecho durante todo este tiempo? ¡Nada!. Bueno, bueno, no me lo creo, te habrás casado, tendrás algún hijo. Pues no. Pero ¿Y tu trabajo? No he trabajado nunca. Y, ¿Cómo has vivido? ¿Te has alimentado del aire? No, tampoco. Venga, venga, si no me quieres hablar dímelo, que no te molestaré más. No se trata de eso, no tengo nada que contarle. Pero, ¿Por qué me hablas así? ¿Por qué no me tuteas? somos amigos, ah! ya sé lo que te pasa, me quieres decir que no te acuerdas de nada, que todos estos años que han  pasado tú no los recuerdas, que estás sumergido en el olvido, ¿Puede ser un principio de Alzheimer? Le repito que mi vida no ha tenido el más mínimo interés. Bueno, entonces interpreto que todos estos años has estado encerrado en la cárcel. ¿Por qué dice eso? ¿Acaso tengo cara de delincuente o de criminal? No, pero es muy extraño que no recuerdes nada, te habrá pasado alguna cosa, buena o mala. Tampoco. ¡Joder! No lo entiendo, quieres desorientarme, ninguna persona deja pasar casi dos lustros de su vida sin saber y sin hacer nada. Pues, sí, así ha sido, le repito que no tengo nada que decir.

Estábamos de pie, uno frente al otro y con un frío gélido que se calaba en los huesos. En ese momento empezaron a encenderse las luminarias del parque, la noche iba apoderándose de la poca luz que se traslucía a través de las ramas de los árboles. Aunque la visión no era muy clara si pude observar que mi amigo había cambiado mucho, los surcos de la cara eran más pronunciados y le daban un aspecto muy envejecido, tenía una expresión extraña, no hacía ningún gesto y su cuerpo estaba inmóvil. Tenía un abrigo oscuro muy largo, el cuello levantado hasta tapar sus enormes orejas y se apoyaba en un bastón, o ¿era un paraguas?

Me estaba inquietando tanto que, ahora era yo, el que  no sabía que decir. La primera alegría al verlo se transformó en una gran desorientación y pasé de sentir cierta pena a desasosiego y temor. ¿Por qué se comportará de esta manera tan extraña? ¿Qué secretos esconderá? ¿Habrá tenido un pasado tan diabólico que lo ha olvidado todo por completo? O, quizás simplemente no tenga ganas de hablar ¿Quién sabe?  

Bueno, ¿Qué te parece si nos tomamos una copa para entrar en calor? ¿Si me invita? Caminamos lentamente sin cruzarnos una sola palabra hasta que llegamos a la taberna. Todo estaba a oscuras salvo unas velas encendidas sobre el mostrador. ¡Vaya!, otra vez a saltado el transformador, en esta zona esto es habitual. ¡Bien, pero para beber y morir no hace falta la luz! ¿No cree Vd.? Con cierto nerviosismo respondí ¡Sí, sí, llevas razón! Con mi mano temblorosa levanté la copa y le ofrecí un brindis por el reencuentro.

Antes de brindar quiero que sepa que ha sido Vd. el que me ha traído a este antro, no he venido con gusto y, además, para beber no necesito ningún compañero, estoy mejor solo. Uf! como te ha cambiado el carácter, antes eras una persona alegre y muy dicharachera. Sí, Vd. lo ha dicho, antes. Pero, es que no recuerdas cuando íbamos de juerga, aquellos burdeles que estaban en el otro lado del río con aquellas mujeres apasionadas. ¿No te acuerdas? Siempre se nos hacía de día y teníamos que volver apoyado uno en el otro por las cogorzas que pillábamos. Pues no, no me acuerdo, reconozco que en alguna ocasión he bebido, pero solo vino y nada más que una copa.

Imagino que habrás olvidado aquellas partidas de póker, en alguna ocasión podían durar hasta tres días. No teníamos tiempo ni para comer, solamente nos alimentábamos de Whisky, me acuerdo de las resacas  monumentales que teníamos, de verdad ¿No recuerdas nada? Pues, no, se lo repito otra vez, no.

Vale, vale, tu cerebro está paralizado, creo que tienes un problema con la proteína RbAp48, tu hipocampo, que no sé si sabes es una región del cerebro donde se forman los recuerdos,  está vacío. Sí, lleva razón, no recuerdo nada, especialmente en lo que suceda esta noche, así recordaremos viejos tiempos ¿Por qué no viene a mi casa y allí seguimos la fiesta? Estupendo, ahora sí te reconozco, ¡Este si es  mi amigo!

Caminamos por la cuesta del cementerio y de nuevo me recorrió una especie de calambre nervioso por todo el cuerpo. Pero, ¿Tú no vivías por el molino, cerca de la casa de la Paca? ¿Ya me entiendes, la primera casa de las hijas de la generosidad? Sí, sí, menudas hijas de la filantropía, como follaban eh! Sí, eran muy devotas de su profesión. Pues me mudé hace ya más de quince años. ¿Cómo? Si no hace tanto tiempo que no nos vemos… Por fin, llegaron a un edificio amplio, con un gran portalón de madera y clavos y una cúpula que sostenía una enorme cruz de bronce. Abrió la puerta y entramos en el interior. Pero, ¿Dónde estamos? ¡Esto es una iglesia! Pues sí, has acertado. Quiero que sepas que me confundes con mi hermano, quince años menor que yo y que después de llevárselo a tus juergas y sacarle todo el dinero que tenía, acabasteis en esta parroquia de San Josemaría Escrivá de Balaguer, donde hoy yo soy el párroco o ¡Es que no te has dado cuenta que voy con sotana! 

¿Recuerdas? Tuviste una discusión con mi hermano porque tú querías robar el cepillo y otros abalorios de la iglesia y él intentó impedirlo, entonces lo agarraste de la cabeza y la estrellaste contra la pila bautismal, el pobre sigue en coma, como un vegetal, en una casa de reposo. Pero tu audacia llegó más lejos, vaciaste varias botellas  de Wiski en el agua bendita para beber en ella. Aunque no lo creas te he seguido la pista esperando una oportunidad como esta. En mi parroquia, en la parroquia de Josemaría Escrivá ¡Qué vergüenza!

En un rápido movimiento de Kung-Fu lo agarró de la solapa y le estrelló la cabeza en la pila, con tan mala fortuna que le rompió la base del cráneo. Quedó inmóvil con los ojos abiertos y con un caño de sangre que le salía por las orejas. ¡Hala! Que Dios se apiade de tu alma. Por un momento se quedó mirando fijamente la estatua del santo y le dijo ¡Lo siento Josemaría! “Este era un pollo, no un águila”

 A la mañana siguiente se descubrió el cadáver y la policía interrogó al párroco, este le respondió “No tengo nada que decir”, habrá venido a robar y se ha resbalado con mala fortuna. Dios y mi santo son justos.    

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