sábado, 26 de octubre de 2013

EL MIEDO ES EL MENSAJE (II)


Estamos ante un nuevo orden mundial. Aparecen nuevos agentes, apóstoles de un  nuevo  “mercado” que nos evangelizarán en una nueva ideología. Cuando creíamos que el sistema estaba en una profunda crisis, renace como el ave fénix. Muchos pensamos, ingenuamente, que con la crisis del 2008 el modelo y el sistema economicista se tambaleaban. Teníamos ante nuestros ojos un cambio de era, de paradigma, y, en definitiva, la transición a una nueva era. Se podía vislumbrar un modelo más humano, que debido a sus excesos, incluso auto destructor se transformaba. Sin embargo, voilá, la “tecnocalipsis” sirvió para revitalizar el sistema y hacerlo aún, si cabe, más fuerte.

¿Quién hay detrás de este cambio? ¿Quién valora los límites? ¿Cuál es el papel del Estado? ¿Y de la Acción Social? ¿Por qué esta anestesia general y porqué la indefensión tan pronunciada? ¿Por qué lo económico ha llegado a ser determinante sobre lo político? ¿Qué papel tienen los políticos y quien les aconseja?

Es fácil de comprender que este  nuevo orden mundial quiera “ejecutar” al Estado de Bienestar; a que el debilitamiento de los Estados sea cada vez mayor; a que se pierda la soberanía de las Naciones para engrandecer el poder de los “mercados”; a que no haya políticas económicas y fiscales que entorpezcan el libre comercio de los mercados en el mundo; a que lo económico sea determinante sobre lo político y lo social; a que surjan nuevos Centros de actividad económica internacional, así como, corporaciones multinacionales como por ejemplo la OMC; a que haya una disminución de la “clase trabajadora” reivindicativa, así como, una desaparición de los sindicatos.

Este nuevo orden mundial es la nueva religión, la cultura del turbo consumo, la de la felicidad- exprés aunque esté herida de muerte, en definitiva, nuestra nueva ideología, donde el individualismo prevalece sobre la solidaridad. Para avanzar  en esta línea se impone un modelo único, monolítico de dominación cultural. Este modelo se define como avanzado, moderno, racional, desarrollado y civilizado, sus pilares son el individualismo, el consumo, la ley del más fuerte, la competitividad, la nueva cultura de masas y la eficiencia financiera. Para llevarlo a cabo es necesario homogeneizar la pluralidad y controlar las diferencias. Este es el nuevo orden. Está en grave peligro la biodiversidad cultural, no a la diferencia, no a los nacionalismos, la nueva cultura y la dominación ideológica, es evidente que las técnicas de comunicación y el poder mediático ayudan a que exista la rentable ficción de que uno es libre y pueda tomar sus propias decisiones (N. Elias).  Dejaremos de ser lo que somos y, además, nuestras señas de identidad serán transformadas en un modelo único, homogéneo, dominado por el imperialismo cultural que atravesará todas las fronteras y dará igual estar en Pekín, en  Bangkok o en Paris. En definitiva una cultura universal, única y hegemónica.

Son muchas la amenazas de la globalización, aunque también tiene efectos muy positivos, no solo perversos. Sin embargo, cuando hablamos de globalización nos referimos a la económica y no a la mundialización del desarrollo que, obviamente no está implantada socialmente. Estas amenazas generan una gran inseguridad, como por ejemplo: la económica, financiera, laboral, cultural, política, medio ambiental y de salud. Estas consecuencias no son solo producto de mi imaginación, sino de los informes de las Naciones Unidas. Sin embargo, estos aspectos no son objeto de la información plural e independiente, por lo que, estos cambios no se conocen suficientemente por la población. Son invisibles, probablemente porque no interesa. Es más atractivo pensar en una economía globalizada, cuyas oportunidades para hacer dinero son infinitas, especialmente cuando la libertad del capital es máxima, a pesar de todo, como la destrucción del medio ambiente, la inseguridad política o cultural, como es el riesgo de la extinción de otras culturas.

Un aspecto, para mí, muy importante, es la inseguridad de la política, de la “POLÍTICA” a lo grande, la de la actuación y defensa de los intereses generales y no la micro política, aquella que pretende desacreditar a las políticas y a los políticos. Es cierto que estamos ante una crisis de lo político. La gran cuestión es saber ¿Por qué se produce esta crisis? ¿Se trata de una crisis espontánea o controlada? ¿A quién le conviene el desprestigio de la política y de los políticos? En la era de la información, el poder mediático es enorme, su influencia sobre la población está garantizada, sus técnicas para modificar la cognición social está demostrada y, por este motivo, han surgido tantos canales de TV como hongos tras de la lluvia. Los intereses de cada medio son muy claros, tienen un trasfondo manifiestamente económico y en segundo lugar político. Las tertulias están a la orden del día donde la simplificación del leguaje, los escándalos de corrupción, llegando a identificar lo político con lo corrupto, el sensacionalismo, los políticos banales, serviles y mentirosos. Con todos estos ingredientes, los nuevos “evangelizadores”, ocupan el espacio y el medio de comunicación para sustituir al político y a las políticas.  Estas tribunas son privilegiadas, como por ejemplo, la radio o la TV.

El efecto de estos programas, planificados con anterioridad, es favorecer la desafección del ciudadano con el político. Se desacredita, a veces con razón, pero muchas no y, después, se pretende ocupar su espacio, democráticamente elegido por los ciudadanos, no me digan que esto no es un “golpe de estado” en toda regla. El siguiente paso, tras la desafección social de la política es hacerla desaparecer e instaurar una dictadura económica.

Hay que defender vivamente a la política, también a los políticos, aunque periódicamente halla que sanear la era. Sin embargo, hay que hacer más, ya que es nuestra seña de identidad es avanzar en la democracia participativa y real, no a la virtual donde no existe la acción social.

Pero ante las embestidas e impulsos de los medios audios visuales, el problema es que nos cogen siempre dormidos y como estamos tan ocupados en sacar la cabeza del fango no tenemos tiempo para pensar, para reflexionar, para disentir, para protestar, para contar como ciudadanos y no solo ser contados. Cada vez somos más receptores pasivos, menos protagonistas activos. Esta es la  nueva esclavitud (M. Zaragoza). Nos dejamos fácilmente dirigir, parece que estamos extraviados en este laberinto y necesitamos un guía. ¡Bingo! Esto es la cuadratura del círculo.

Estamos en el ojo del huracán, vivimos “el apocalipsis de la crisis”.

Sin embargo, y después de mucho meditar he llegado a la conclusión de que “la crisis era necesaria”. Es cierto que tiene efectos muy perversos y colaterales, sin embargo, por qué no podríamos aprovechar su impulso y su fuerza para cambiar la dirección de la nave.

Sabemos que la crisis es necesaria para instaurar unnuevo orden social”, orden que requiere un férreo control, por lo tanto, no se puede dejar nada al azar, todo debe estar bien planificado y ejecutado. Nada debería distraer su atención, hay que alcanzar el objetivo, aunque sea necesaria dar una vuelta de tuerca, o dos, o, incluso, más, ¡Eureka!  ¡Viva el efecto boomerang y la acción social! ¡A por la nueva estrategia!

Hay que tener en cuenta que mi visión sobre la realidad social es muy compleja, aunque soy un optimista, melancólico, pero al fin y al cabo, optimista. Sirvan algunos ejemplos para comprender que hay otros más optimistas que yo. Para N. Lhumann los sistemas sociales se auto regulan solos, así por ejemplo, la crisis de las vacas locas se hubiera resuelto espontáneamente al comprobar los efectos negativos de ese cambio, para volver al estado natural de las cosas. E. Morin, apuntaba que el exceso del desarrollo de las corrientes negativas podría transformar la realidad. La búsqueda de lo máximo y de la ganancia económica productivista daría lugar a la búsqueda de lo mejor y no el máximo beneficio. La globalización económica que, está degradando la biosfera, la extinción de la diversidad  biológica y cultural, la degradación de la calidad de vida, una economía depredadora con una disminución de las garantías sociales y consecuencias muy negativas sobre el empleo, junto a una falta de visión global de los problemas, ocasionaría un exceso de corrientes negativas, por lo que, con el tiempo, daría lugar a otras más positivas, como por ejemplo: civilizar a los ciudadanos y a las ciudades, salvaguardar la diversidad biológica y cultural, predominio del ser sobre el tener, una mayor conciencia global, solidaridad y una política de civilización.

El problema es que no sabemos, de producirse esta realidad, ni cuándo ni cómo será, pero lo que nadie me puede negar es que esto no sea un final feliz, como en los cuentos. Así que, si a nosotros nos están contando cuentos desde que nacemos ¿Por qué no contarlos ahora nosotros?

Érase una vez…. La globalización aumenta la competencia y lucha contra los oligopolios; el capital fluirá generosamente hacia los países pobres; bajaran los precios; habrá menos paro; evita la emigración forzosa; todos seremos ricos. Este es el cuento de las mentiras, pero ¿Cuál es la verdad? la globalización favorece el capital en prejuicio del trabajo; el impacto medio ambiental es mayor; hay más incertidumbre económica; la regulación y la corrección de las desigualdades es menor; La marginación aumenta y las desigualdades son escandalosas.

Así qué, ¿Nos conformamos con el palo y la zanahoria, o no?

Bien, después de este viaje astral ¿Volvemos a las trincheras? o ¿A campo abierto y a pecho descubierto? La globalización -económica- ha sometido a toda la sociedad mundial bajo su nuevo orden, con un mayor control de nuestras vidas y, también, de las fronteras. A este sistema el Estado le sobra, no necesita elaborar políticas, salvo su propia auto disolución, las relaciones de mercado y el anarquismo mercantil deben estar reguladas por ellos mismos. Estamos llegando a la meta, aunque los otros, los invisibles, los parias, seguimos en la salida y, casi sin darnos cuenta, ellos atraviesan la pancarta de la llegada con su premio en el slogan “capitalismo sin trabajo; más capitalismo sin impuestos” (U. Beck).

Y qué decir del trabajo, ¿Qué ha pasado con el pleno empleo? Y, las pensiones ¿Están aseguradas? ¿Los ingresos fiscales, están asegurados? ¿Quién podrá asegurar las políticas públicas, sanidad, educación, protección del medio ambiente, etc.? Parece que todo se desliza por una pendiente oscura o gris, como nuestro futuro. El trabajo es cada vez más informal, desmembrado, precario, parcial y, cómo no, flexible, podríamos fabricar hombres de goma con células madre para poder estirarlos hasta el infinito.

Este no es nuestro futuro ¡Es nuestro presente! Propongo una ¡Insumisión social! ¡No al miedo! No vamos a participar en este disparate. Este viaje lo hacemos todos juntos o de aquí no se mueve nadie. Necesitamos soluciones urgentemente.

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