La guerra civil en Granada (España)
fue muy cruenta, el ensañamiento se extendió por toda la provincia. En las
alpujarras granadinas, alcanzó una importancia extrema, ya que fue uno de los últimos
reductos de la república antes de que los golpistas acabaran con el orden
constitucional. En Pitres y Capilerilla, las Brigadas Internacionales tuvieron un papel muy señalado.
Las acciones de estas brigadas han
sido motivo de miles de historias. Estas unidades militares estaban compuestas
por voluntarios extranjeros de 54 países que participaron en la Guerra Civil
Española en apoyo al ejército de la Segunda República, haciendo
frente a los golpistas del régimen en 1936. La mayoría no eran soldados, sino trabajadores que fueron reclutados
voluntariamente por los partidos comunistas o veteranos de la Primera Guerra
Mundial.
Durante la contienda, miles de
granadinos fueron fusilados en la tapia del cementerio de Granada por los
sublevados y, en determinados lugares, como la Alpujarra alta, los republicanos
resistieron y actuaron con gran vehemencia.
La zona de la Taha de Pitres, dominada
por los republicanos, dispone de una protección natural, al ser una
tierra muy escarpada facilitaba el escondite y los ataques por sorpresa. Por esta razón aún no había sido conquistada por los
rebeldes.
Apolonio y Aquiles eran dos
amigos de la infancia, habían nacido en Capilerilla, un anejo de Pitres que
estaba encerrado entre las montañas. Ambos tenían la misma edad y estaban casados
con tres y cuatro hijos cada uno de ellos. El Apolonio, tenía su apodo, el “Ceja Rastra” porque las cejas eran como un
rastrillo, enorme, tupido como el culo de un legionario y que, prácticamente,
le daba la vuelta a toda la cabeza que era muy prominente. Apolonio, sin la
boina, no destacaba mucho pero cuando se la ponía llegaba hasta dar miedo. Al
tío Aquiles, su amigo del alma, le llamaban el Garrapata,
¿Por qué? Nadie lo sabía. Según los vecinos del pueblo su cara era idéntica a
eso, a una garrapata, pero además, toda su familia era igual, sus abuelos, sus
tíos, su primos, sus hijos ¡Todos tenían cara de garrapata! Yo, en muchas
ocasiones, me preguntaba ¿Cómo era la cara de una garrapata? A esa pregunta
todos respondían lo mismo. Pero, ¿Es que no lo ves? ¡Es igualico a una
garrapata!
Después de un largo
día de trabajo, los
dos amigos estuvieron
hasta bien entrada la noche de juerga en Mecina Fondales. A las cinco de la
mañana decidieron volver a Capilerilla, después de estar bebiendo y jugando a las cartas en Casa de Concha. Ellos
no tenían miedo y no había peligro de encontrarse con una avanzadilla del
ejército nacional. Mecina estaba en lo más profundo del pequeño valle entre
montañas, a los pies de Capilerilla. La única vía de ataque del ejército rebelde
era desde lo más alto, ya que la zona media
y baja estaba controlada por las brigadas rojas, especialmente los rusos que
tenían fama de brutos y que actuaban sin contemplación.
Los dos conocían a los soldados de las brigadas rusas e
intercambiaban con ellos tabaco y vino mosto de la Alpujarra. Eran
especialmente amigos de Sergey, Vladímir y Nikolay, con los que mantenían
largas conversaciones donde les explicaban lo grande que era su país, la Unión
Soviética. Apolonio y Aquiles quedaban encantados con las historias de sus
camaradas y se habían jurado que cuando acabara la guerra irían a conocerla. Pero, las leyendas decían que los rusos eran tenebrosos, ya que los que morían en
España vagaban como almas en pena por no
poder volver a su tierra, eran espíritus en tránsito y la gente del pueblo decía
haberlos visto por las noches bramando con grandes bufidos que aterrorizaban a todo el mundo.
Cada vez que volvían a su casa, Apolonio y Aquiles, tenían
que pasar por un lugar donde decían que estaba enterrado un ruso que lo mató un
cacique del pueblo de un escopetazo. El cacique Manuel lo sepultó bajo un
nogal, que ya no existe, y fue colocando una ristra de bombas de mano a su
alrededor, la idea era matar a sus camaradas cuando lo desenterraran. Por este
motivo era un alma atormentada y su espíritu aterraba a la gente porque, él nunca podría volver con su familia. Cuando llegaron al
lugar del enterramiento, se escondieron en una
esquina para después pasar a toda velocidad
por la supuesta tumba. Aunque tampoco estaban para correr ya que habían bebido más de la
cuenta. La noche era muy cerrada y no había
un solo candil para ver algo, por eso iban a ciegas,
uno apoyado en el otro, dándose ánimos para atravesar este trance lo más rápido
posible. Cuando al final se decidieron, oyen un ruido espantoso, como un
graznido de ultratumba, en ese momento sienten un aleteo frio de aire que les
roza la cara como si fueran unas manos gigantes y que, incluso, llegaron a
rozarles. Sus gritos se oían en todas partes y cuanto más gritaban más se
revolvía el espíritu. Gritaban con fuerza ¡¡Es el espíritu del
ruso!!
Cuando llegaron, cada uno, a su casa y sin resuello,
cayeron al suelo y murieron de un infarto.
Al día siguiente, el pueblo estaba conmocionado con la
muerte de sus vecinos, pensaban que habían muerto por los “fantasmas rusos”.
Cuando estaban todos reunidos en la plaza, llegó Eugenio con su burro contando
que se le había escapado de la cuadra y que toda la noche había estado vagando
por el pueblo. ¡Lo he encontrado sin aliento, jadeando, sin resuello, muy
asustado! ¡Se le ha quitao el hambre y
no quiere ni beber agua!
El ruso aún sigue enterrado bajo el que fue un nogal y
todavía nadie se ha atrevido a remover la tierra, quizás para evitar ¿”La maldición
del fantasma ruso”?
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