¿Por qué jubilan
de una tacada, en la Comunidad de Madrid, a tanto talento junto? Se trata de
médicos, Jefes de Servicio de hospital con más de 30 años de experiencia, a los
que nadie les ha preguntado si ellos prefieren continuar trabajando ya que
están en plenas condiciones físicas e intelectuales. Qué gran paradoja, los
mismos políticos que nos invitan a jubilarnos a los 70 años, contradicen su
acción política al decidir, en este caso, todo lo contrario. Pues bien, ¿Cuál
es el misterio que se oculta detrás de esta medida? Yo no me considero un
“lumbreras” pero intuyo que, esto es una medida política de gran alcance que, va
más allá de lo que parece. Si al mismo tiempo que despiden a médicos de alto
nivel, que no pueden ser sustituidos por becarios, contrataran en su lugar a
personal nuevo, podría entenderse, pero esto no es así
ya que las plazas son a extinguir. Las consecuencias que provoca esta medida es
muy clara, el deterioro de la medicina pública a favor de la privada. Poco a
poco se va degradando un modelo para engordar al otro. Considero que hay otras formas para que ambos sean compatibles
sin que se fagociten entre ellos.
En resumen, la EXCELENCIA
está tocada de muerte, claro que la excelencia no se ha creado para el pobre. Que fácil
resulta destruir un modelo que ha costado años de esfuerzo y de buena praxis. Las desigualdades irán
aumentando y los que se queden rezagados
caerán fuera del sistema. Pero parece que no les importa la condición humana,
para ellos existe otra forma de alcanzar la santificación y es a través del
esfuerzo orientado al enriquecimiento aunque, para eso, tengan que empujar al
infierno a otros que no se merecen esta
“gracia divina”.
El ataque a los
derechos humanos no solo afecta a la sanidad. La educación, la cobertura
social, la dependencia e, incluso la propia democracia, también están damnificados.
Pero no debemos “sobresaltar” a nuestros “apóstoles” que nos custodian con
tanto amor y entrega. Y como yo nací, igual que tantos otros, programados para
la compasión y el perdón ¡Les voy a dar una buena noticia! Va para ellos, para los políticos que nos
gobiernan con tanto celo. Que no tengan miedo. El Gobierno puede aceptar e
imponer las nuevas restricciones que nos “recomienda” Bruselas. Aunque
en los próximos años aumente la pobreza y el hambre no hay que preocuparse porque
la FAO (Naciones Unidas) "insta a comer insectos contra el hambre que tienen tantas
proteínas como la carne y su producción es más barata" (publicado el 13 de mayo
de 2013). Podemos estar contentos porque en España nos sobran moscas y
mosquitos para engordar a decenas de miles de familias.
Pero lo lamentable
y especialmente importante, por su desgracia, es la percepción que tenemos los
ciudadanos de nuestros políticos, los que nos gobiernan y también de la oposición.
Metroscopia ha publicado un sondeo donde
del 60 al 87% de la población desaprueban tanto la gestión política del Gobierno como la de la oposición.
¿Qué tendrá que
pasar para que la “paz social” sea el número uno en las prioridades políticas?
Estamos viviendo
en España “años de plomo”. Tardará mucho tiempo en recuperarse lo que se está
perdiendo en un solo año. Las consecuencias se perciben ya y no solo por la “crisis
económica”. Hay que llamar a las cosas como son, por su verdadero nombre.
Estamos asistiendo a una “crisis global”, a un mundo que ha perdido sus
referencias de humanidad, a un egocentrismo tan egoísta que valora más el
bienestar material que el sufrimiento ajeno, este pragmatismo se ha convertido
en el litmotiv de su propia ideología. Pero el resto de los
ciudadanos necesitamos agarrarnos a la justicia, no podemos levantarnos de
la depresión cuando afecta a tantas cosas, a lo social, a la política, la ética y, como
no a la economía. La situación es tan grave que, los viejos sabios de
nuestra sociedad, dicen que estamos viviendo una época de postguerra, incluso con víctimas, perdidas y esparcidas por la ciudad,
deambulando como zombis sin protección, sin cobijo y sin ilusiones en el
futuro.
Esta situación
social me recuerda la España de los años de la dictadura, un país gris que
vivía asustado y con mucho miedo. Desgraciadamente, después de tanto tiempo estamos recuperando
la conciencia de la “culpa”. Todo lo que sucede se debe a nuestros excesos, tenemos lo que nos merecemos. Sin embargo, los profetas y los apóstoles del
“becerro de oro” nos mandan arengas continuamente como que con fe y con esperanza en dios saldremos de los problemas, tampoco
podemos perder la ilusión” porque pronto nacerá
un nuevo día donde todos seremos felices. Pero a los que nos guiais, no
os preocupéis, porque ninguno de vosotros pasará
hambre. En este mundo de los elegidos, el reino “dorado” os pertenece. Pero
os avisamos que la gran “muchedumbre” de ociosos paraos trabajadores,
se está cansando. Estamos hastiados de las mentiras y “nuestro sacrificio no
será vuestra felicidad”.
La injusticia
social nos inunda y nos ahoga cada día. Mientras tanto, estos “meapilas”,
nos dicen que su esfuerzo lo hacen por nuestro bien, esta música me suena de
algo. ¿Por qué, lo que hoy, creemos que son nuestros derechos, nos dicen que
son EXCELENCIAS y LUJOS que no nos podemos permitir? Esta situación me produce
un gran desasosiego. Los recuerdos me inquietan. Es verdad que en la postguerra la vida era
mucho más sencilla y, a pesar de esto, disfrutábamos con las pequeñas cosas. Se
vivía con muchas penalidades pero, hasta las cosas más insignificantes, nos
despertaban la alegría que nos hacía amar lo cotidiano, las pequeñas cosas. Pero
que no nos cuenten que esa sea la vida que deseamos ¡No os engañéis! ¡No nos vamos a resignar!
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