A ras de suelo,
arrastrándote, sin levantar la mirada ni un palmo sobre el terreno, esa es tu
visión del mundo. Piensas que solo existes tú y que no hay una perspectiva
diferente a la tuya. ¡Pobre infeliz!, no conoces el vuelo del pájaro, la
felicidad o el dolor de la conciencia. Nunca pudiste ver las estrellas, ni el
sol, ni la luna. Tu mundo está encerrado entre la tierra seca, bajo las heces de
las vacas y de cabras que confundes con tu universo. No tienes destino, no
sabes donde volver después de un día de fatiga. Comprendo que ir arrastrando tu
pesada carga no tiene ninguna recompensa, pero te es indiferente, no piensas,
no sientes, no padeces.
La ausencia de
conciencia no te previene de tu degradación, la piel de galápago no te ayuda a
reconocer y a sentir la cercanía de posibles alternativas. Estás solo, pero no
sabes que estás solo. No distingues la luz de la penumbra ni como es una
escalera de caracol, nunca podrás escribir en los peldaños de una escalera, sin
embargo, alguna vez fuiste hombre creado por ti mismo, un hombre que sufrió una
mutación y perdió la naturaleza humana, la cultura, la mente, el leguaje,
pensaste que era un paso adelante en tu evolución, así comenzó tu problema de
identidad. Se acabó tu capacidad artesanal de homínido avanzado.
Tu evolución
cambió de rumbo, alcanzaste la “perfección” del “homo clausus”, del hombre postmoderno, desocializado de la vida
humana, ahora, en este momento ya eres insociable, autosuficiente,
independiente, pero sin conciencia, tan inteligente como un caracol. El cambio
sí ha sido posible, no ha sido una ilusión de los sentidos. El paso del tiempo transformó
tu imagen dualista, como tu piel de galápago, perdiste la mente y el alma y,
solo te quedó, el cuerpo y la materia ¡Enhorabuena! Aunque preferimos alejarnos
de ti, no te seguiremos en tu transformación, ¡No queremos atravesar los
límites de la conciencia!
No hay comentarios:
Publicar un comentario