Las personas y los
turistas que paseaban por la plaza, procuraban esquivarla y lo hacían caminando
lo más lejos posible de ella, justo hacia la parte contraria. No es que hubiese
miedo, solo era prevención. De pronto, pude observar que la gente que estaba en
la plaza, se había fijado en mí y cuando me di cuenta, yo me encontraba solo
frente a la muerte.
Miré a la estatua fijamente
y mantuve la mirada durante varios minutos, la persona que iba disfrazada bajo
esa túnica negra se puso un poco nerviosa y comenzó a moverse, cambiaba de
postura y la guadaña la pasaba de una mano a otra. Con vehemencia y cierta frialdad,
le dije: ¡Tú no sabes lo que estás haciendo! De nuevo hice una pausa de
silencio y a continuación ¡Estás ocupando un lugar muy peligroso para ti! Esta
situación consiguió ponerlo aún más inquieto. Continué con mi relato ¡Que sepas
que estás bajo el arcángel San Miguel! Y es, nada más y nada menos, que el Jefe
de todos los Ejércitos de Dios, así que tú sabrás con quien te estás jugando el
cuello.
¡Ah!
Y seguro que no conocerás las famosas plegarias a San Miguel Arcángel, hay una
que dice: Príncipe de la Milicia
Celestial, con la fuerza que Dios te ha dado, arroja al infierno a Satanás y a
los demás espíritus malignos. Así que, no es por nada, pero seguro que con
esa “pinta” que llevas te va a confundir con el maligno. Mira, en estos
momentos veo al San Miguel Arcángel, lo tienes encima de tu cabeza y, además, tiene
una espada en la mano derecha.
La
efigie pasmada quedó atónita, miró hacia atrás y se destapó la capucha. El
rostro que apareció era patético, se podía oler su miedo, tenía unas gafas gruesas
de soldador, negras y redondas, junto a una máscara dorada que simulaba una
calavera. Pero, ¡Hombre de dios! ¿A dónde vas con esa cara? La gente, cuando te
vea, va a llorar, pero de risa.
Continué
hablándole y le dije: Creo que estás perdiendo el tiempo, además de ser poco
rentable. ¡Te estás jugando la vida, querido! Yo que tú cambiaba de estrategia,
aquí la gente que pasa a tu lado te odia, te mira con asco y si pudieran te
clavarían unas tijeras en el corazón. Te propongo un cambio de destino que, seguramente
te reportará más beneficios, además de ser menos peligroso. Como sabes, más de
la mitad de la población está muy descontenta y desengañada con la política y los
políticos. Mi propuesta te va a servir para que la gente te vea de otra manera,
con buenos ojos. Estoy seguro que cada día vas a llenar tu alforja con la
solidaridad de los demás.
La
respuesta fue el silencio, aunque ya conocemos que la muerte no habla nunca pero
por sus gestos comprendí que estaba interesado en mi proposición, así que, le
conté mi plan.
Se
trata de innovar y de crear un nuevo “ESCRACHE”, sin violencia de ningún tipo. Hay
que tener una actitud respetuosa y sobre todo muy digna. Sí, eres la muerte,
pero debes ser defensora de los derechos humanos, la que nos iguala a todos, no
eres inhumana y sí tan humana como la vida misma. Tu cuerpo debe de estar muy
erguido, sin provocar en exceso, pero ¡Que acojone! Tu trabajo sería ponerte ante los concejales,
los alcaldes y los responsables políticos. Pero, tienes que hacerte muy
visible, por lo que deberías hacer un letrero, bien grande y colocarlo sobre tu
pecho y la espalda, debe decir con letra muy clara “SOY LA MUERTE”, de esta
forma, como son personas muy cortitas, lo entenderán más fácilmente. Recuérdales
a todos que tú representas la impermanencia, que
la muerte es un acontecimiento natural, presente en la vida de todos los seres
humanos y que no existe ningún hogar donde, alguna vez, no se haya producido
alguna muerte, además, eres el lugar donde todos tenemos que ir algún día y de
paso, lo más importante, procura que se enteren de la “MUERTE SOCIAL” de muchas
personas que están condenadas al paro, la pobreza y algunos que incluso, la han
pagado con su propia vida por los desahucios. Si todo va bien, yo calculo que,
en un par de meses, puedes descansar para disfrutar durante algún tiempo de un buen puñado de euros.
¡Qué!
¿Te parece bien? ¿Te has enterado? Pues ya sabes.
La
estatua volvió a componer su figura, me hizo un gesto de complicidad y se tapó
la cara con su gran capucha. Yo abandoné el lugar y le dejé un par de euros,
por si las “moscas”…
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